La Crisis de los Treinta y pico


Cada década obliga a hacer un balance de la vida y cumplir treinta años no es una excepción. Para algunos puede significar el comienzo del mejor momento de la existencia pero para otros puede ser motivo de depresión.

A los treinta todavía existen muchas cosas que se pueden hacer, pero el reloj biológico sigue su curso y comienza a hacer más difícil el cumplimiento de algunos mandatos internos, como el anhelo de una pareja estable y decidirse a tener un hijo.

Después de los treinta, la mayoría ya ha conseguido un título o un trabajo más o menos bien remunerado, tal vez ha viajado, ha mantenido su apariencia veinteañera a fuerza de ejercicio físico y se ha acostumbrado a la comodidad que representa ser independiente; pero le ha restado importancia al compromiso afectivo.

Ahora se han convertido en personas más exigentes, con ideales más elevados y no se conforman con la novia de la juventud, pretenden a alguien más interesante y sofisticado que aporte el incentivo que necesitan para decidirse a cambiar de estilo de vida.

El resultado es una generación aparentemente exitosa pero insatisfecha, llena de individuos depresivos, obsesivos, ansiosos y siempre de mal humor que pueden tener casi todo pero que nada les alcanza.

Mujeres y hombres se dan cuenta a los treinta que los años pasan y que se les está haciendo tarde para concretar sus anhelos.

La sensación de frustración, lejos de favorecer un cambio los distancia cada vez más de sus objetivos y los convierte en seres resentidos torturados por el descontento y la ansiedad.

La madurez avanza inexorablemente y se transforma en una sombra que los agobia y que los lleva a imaginar el naufragio de sus esperanzas.

Es un momento en que es común que se vuelvan a replantear los objetivos y se comiencea a dudar de los antiguos planes.

El hecho de no haber cumplido con lo que espera la sociedad puede producir sentimiento de culpa e inseguridad, disminuir la autoestima y la tolerancia a la frustración; porque después de los treinta se espera que una persona haya conseguido bastarse a sí misma, tener un trabajo y estar disfrutando del entorno familiar que ha elegido; y si no ha logrado todo eso lo más probable es que se sienta defraudada, desilusionada y en deuda consigo mismo y con los demás.

Recién a los treinta y pico, la nueva generación es cuando se comienza a cuestionar la forma de vida que eligió, y es en ese momento en que algunos no saben cómo seguir, qué hacer, porque le tienen miedo al cambio y no se sienten aptos para conseguir lo que quieren. Los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico se multiplican, y se percibe la realidad como una amenaza o un peligro difícil de enfrentar; y la frustración por los ideales no cumplidos se pueden convertir en un cuadro de ansiedad generalizada, que si perdura en el tiempo se puede transformar en depresión.

Los adultos de clase media que llegan a los 30 y pico, son los más propensos a sufrir con mayor rigor esta crisis; porque es la clase social más exigida, la que intenta sostener lo que ha logrado y la que tiene que luchar para mantenerlo.

La clave de la adaptación es aprender a equilibrar los deseos con las posibilidades que les brinda el contexto; porque la ansiedad disminuye a medida que bajan las expectativas, que se acepta la realidad como es, que se animan a arriesgarse a compartir la vida con otro y a asumir compromisos a largo plazo.

Vivir en pareja no implica enajenar la libertad individual, al contrario, solamente una persona libre puede amar a otra, libre para desarrollarse y seguir creciendo para realizar su potencial; porque la individualidad en la pareja es sagrada, ya que los fracasos suelen ser la consecuencia de la falta de espacios propios y de la posibilidad de realización personal.

Somos seres que viven en el tiempo y el tiempo biológico no cambia. Hay una edad para vivir la juventud, otra edad para el compromiso y los hijos y una edad para envejecer con la tranquilidad que proporciona el sentirse bien con uno mismo.

La vida impone limitaciones que hay que respetar, porque querer ganarle tiempo al tiempo, soportar presiones desmedidas y luchar para concretar objetivos demasiado difíciles, son las condiciones que se necesitan para producir desequilibrios físicos y emocionales y para no poder avanzar.

Malena