La Perseverancia



En los tiempos actuales la perseverancia parece ser una virtud pasada de moda, porque ahora todo se hace en forma improvisada, sin pensar, con apuro, impulsado por las ideas de otros y muchas veces sin estar suficientemente preparado, ni informado ni siquiera concientizado.

Perseverar significa mantener en el tiempo una postura, una forma de pensar, una conducta, una decisión o un propósito. Quiere decir haber logrado la tan apreciada estabilidad emocional para no dejarse llevar por impulsos ocasionales que son los que obligan a dejar de lado compromisos previos.

Ser perseverante exige tolerancia a la frustración, paciencia, esperar y tener la fortaleza para no dejarse llevar por intereses circunstanciales.

Cuando la intención es clara, se tiene suficiente conocimiento de sí mismo y la confianza necesaria, es más fácil perseverar y sostener firme el esfuerzo para el logro de los propósitos. Sólo los inestables emocionales son los que cambian continuamente de forma de pensar, de sentimientos, de objetivos o de modos de actuar.

La mayoría de las personas no saben muy bien lo que quieren, generalmente porque son aún inmaduras y no están dispuestas a comprometerse con una forma de pensar o de actuar.

Muchas veces los propósitos que se tienen en mente son contradictorios entre sí, como por ejemplo desear tener una pareja estable y al mismo tiempo anhelar no tener compromiso alguno o seguir teniendo aventuras con otras mujeres o continuar emborrachándose de noche con los amigos.

La perseverancia exige una fuerte motivación personal, no influenciada por otros sino genuinamente propia; y para su cumplimiento no tiene que depender demasiado de otros.

Perseverar no quiere decir hacer esfuerzos desmedidos que no permiten disfrutar de la vida hasta lograr el resultado, sino que al contrario significa involucrarse con un objetivo cuyo camino para concretarlo sea el que le proporcione el sentido a la existencia.

La perseverancia es una actitud y una forma de ser. Es tener esperanzas y ser capaz de ver el horizonte, es convertirse en alguien creíble en quien se puede confiar.

La actitud de perseverar es una decisión personal que tiene que tiene que tener en cuenta no sólo los deseos personales más profundos sino también los propios recursos, los tiempos que corren y el contexto de cada uno.

“Persevera y triunfarás” dice el refrán, y es verdad, porque sólo el que es capaz de mantenerse fiel a sí mismo a lo largo del tiempo y no renuncia a sus propósitos es el que los logra.

Malena