El Hombre Mentiroso



Al hombre mentiroso más vale perderlo que encontrarlo, porque padece de una enfermedad incurable cuyo principal síntoma es mentir incluso aunque no sea necesario.

El mentiroso es un fabulador que disfruta inventándose una vida que no existe, dejando a su paso una secuela de engaños y falsedades y provocando a diestra y siniestra frustraciones y desilusiones.

Los mentirosos que hacen de la mentira su forma de vida, convencen con un discurso halagador y se especializan en adular y alabar, porque su objetivo es conquistar y su estrategia es agradar,  complacer, satisfacer y  deleitar.

De esta manera es como caen sus víctimas en sus redes, creyendo todo lo que dicen,  hasta que un día, como por encanto, desaparecen.

Raramente vuelven después de haber conseguido sus propósitos, pero si no pueden eludir el encuentro siguen mintiendo y contando historias inverosímiles que nadie sensato puede creer.

Sin embargo, como no hay peor ciego que el que no quiere ver, cuando una mujer se enamora de un sujeto de esta clase, suele aceptar sus excusas y no dudar en decidir seguir creyéndole todo lo que dice para no perderlo,  aunque en el fondo sepa que la está engañando.

Los mentirosos son personas inmaduras que sufren un serio trastorno de identidad y muy baja autoestima, por eso actúan como si siguieran un libreto “como si” fueran otros.

Es fácil distinguirlos pero es difícil renunciar a ellos porque parte de su papel es encantar, hechizar y desarmar a su víctima con lisonjas, simpatía, regalos y falsa comprensión.

El mentiroso termina huyendo de su propia trampa dejando libre pero herida a su víctima, generalmente cuando se cansa, cuando está harto de una relación y apetece un cambio de escenografía, porque también las personas para él,  son cosas.

Nunca se llega a conocer a un mentiroso porque nadie puede saber quien realmente es, ni siquiera él.

Están dispuestos a jurar que nunca más mentirán, que dirán siempre la verdad y hasta pueden llegar a derramar una lágrima para que los perdonen, porque además no tienen vergüenza.

La mentira tiene patas cortas de modo que, aunque se las saben todas y se juegan,  siempre son descubiertos y en general perdonados con la secreta ilusión de que algún día cambiarán.

Los individuos en general cambian muy poco, casi nada  y menos un mentiroso de ley que tiene bien enraizado ese hábito desde la infancia.

Cambiar es algo muy difícil para todos, incluso para aquellos que tienen hábitos que los perjudican hasta el extremo de poner en peligro sus vidas.  Un individuo, cuando cambia, modifica todo a su alrededor, porque no somos entes aislados sino partes del todo.

El mentiroso no puede dejar de fabular, porque tendría que renunciar a sus falsas identidades y sin esas creaciones imaginarias no sería nadie ni nada.

Malena