La Preocupación Crónica



Estar preocupado significa reaccionar frente a determinadas posibles situaciones o estímulos negativos, que pueden ser reales o imaginarios, que aún no se presentaron pero que la impresión subjetiva hace que la mera  amenaza sea motivo suficiente para estar en un estado de tensión y alerta exagerada que se mantiene en un tiempo considerable y que generalmente se vuelve a repetir ante eventuales acontecimientos semejantes.

Este estado de preocupación, que se conoce como TAG, (trastorno de ansiedad generalizada);  incluye síntomas físicos, como contracturas musculares, cansancio crónico, mareos, sudoración y temblores, ahogos, palpitaciones, opresión en el pecho, diarrea, náuseas, sensación de nudo en la garganta o insomnio;  y problemas psicológicos, como  irritabilidad, angustia, aprensión, agitación, impaciencia o falta de concentración.

A esta falsa hipótesis de que pueden ocurrir hechos negativos, se suma una forma de pensar catastrófica y el convencimiento de estar rodeado de peligros y de vivir en un mundo amenazante y hostil difícil de controlar.

La preocupación crónica o trastorno de ansiedad generalizada se relaciona con el instinto de supervivencia que es normal en su justa medida pero que se transforma en patológico cuando la reacción del individuo es irracional, exagerada y crónica.

Esta es una afección que padecen tres de cada cien personas entre los veinte y treinta años y que se presenta con más frecuencia en las mujeres.

En todos los casos afecta el desenvolvimiento cotidiano y la calidad de vida, tanto del que presenta los síntomas como de las personas que lo rodean.

Existen estudios que muestran que es un trastorno que puede tener un origen hereditario, sin embargo, no todas las personas con esa predisposición, lo desarrollan.

Las nuevas investigaciones tratan de descubrir la relación de este síndrome con el estrés y los factores ambientales.

Esta afección puede controlarse con el tratamiento adecuado, o sea con ayuda terapéutica por medio de técnicas cognitivo-conductuales y si es necesario, con  la administración de psicofármacos;  pero debido a la variabilidad de los síntomas es de difícil diagnóstico.

Los ejercicios respiratorios y la relajación contribuyen en gran medida a aprender a abandonar el control, recuperar la confianza, la tranquilidad y la paz interior.

Malena