Sentirse excluido duele



El dolor que produce el sentirse excluido afecta la autoestima, produce tristeza, agresividad, pérdida del sentido de la vida y del control, e  incrementa el estrés.

Aunque a todos les afecta sentirse excluidos, según como sea la personalidad de un individuo lo ayudará o no a soportarlo.

El cerebro registra esa frustración como un dolor físico, siendo tanto personas fuertes como sensibles,  pero si se toma conciencia enseguida de la sensación de aislamiento, la posibilidad de reaccionar positivamente se incrementa.

Entre animales de otras especies, el miembro del grupo que es segregado generalmente termina muerto, pero si detecta rápidamente que va a ser excluido puede reaccionar de la manera adecuada para permanecer en el grupo o para sobrevivir a pesar de esa experiencia.

El sentimiento de exclusión no sólo se experimenta con personas allegadas sino también con desconocidos e inclusive con gente indeseable.

Excluir a un ser humano de un grupo significa ignorarlo, rechazarlo, comportarse con él como si no existiera, afectando su necesidad de pertenencia.

La necesidad de pertenencia induce a las personas a comportarse de determinadas maneras, como por ejemplo obedecer órdenes, aceptar normas, cooperar en las decisiones del grupo y participar, aunque personalmente no estén de acuerdo.

Pertenecer a un grupo es una necesidad, no un deseo y la frustración que produce la exclusión hace creer a la persona que ha obrado mal, que ha fracasado, que se encuentra indefensa y aunque se enoje y grite, nadie le contesta.

Los descubrimientos científicos sobre este tema muestran que el rechazo social y el sufrimiento físico son sensaciones parecidas y comparten vías neuronales subyacentes.

A pesar de todo, el dolor permite, reflexionar sobre la situación, entender el significado, perdonarse los errores cometidos,  aprender de la experiencia, crecer y reorientar la vida hacia un nuevo rumbo.

Muchas veces, la exclusión es por una buena razón, por ejemplo, cuando se está actuando en forma inapropiada por temor a ser rechazado; por lo tanto, cuanto antes se tome conciencia del comportamiento inadecuado, más fácil será resolver el problema creado.

Es importante saber, que incluso en las serias discusiones, ni se rompen los lazos ni son excluidas las personas,  sino que continúan estando conectadas.

En caso de sufrir una experiencia de exclusión, la persona debe tomar distancia de la situación para evitar agravarla con su reacción e intentar distraerse para poder recuperarse del disgusto, en lugar de regodearse reviviendo las escenas traumáticas, de hacer conjeturas apresuradas o de cargarse de culpas.

Es importante razonar, ocupar la mente con pensamientos positivos, con planes y proyectos futuros, reforzando la auto confianza, recordando las propias fortalezas personales y evitando a toda costa cualquier recuerdo ingrato.

Sentirse excluido de un grupo no agota las posibilidades de entrar en otro, lo que puede representar la oportunidad de adoptar una actitud más independiente con respecto a la relación con los otros.

Malena
Fuente: “Mente y Cerebro”; No.64/2014;  “El dolor de la exclusión”; Kipling D. Williams; profesor de Psicología en la Universidad Purdue.