¿Qué
pasa cuando un niño es demasiado inquieto, no puede prestar atención, ni
concentrarse, ni controlar sus impulsos?
Parece
ser que este síndrome es de origen genético y que sin ser una enfermedad es una
condición que interfiere en el aprendizaje, en la conducta y en las relaciones.
Estos
niños no logran terminar sus tareas en clase, se distraen con facilidad,
cometen equivocaciones con frecuencia, tienen bajo rendimiento y no pueden permanecer sentados en sus
asientos.
No
es fácil hacer un diagnóstico de TDAH, ya que son muchos los niños que presentan
esta conducta y no existen pruebas de laboratorio ni técnicas por imágenes que lo
prueben.
Existen
distintos fármacos para tratar estos casos pero todos ellos producen efectos
secundarios, como ansiedad, tics nerviosos, irritabilidad y en el peor de los casos depresión y hasta suicidio.
No
es raro que los niños con estos problemas provengan de hogares disfuncionales o
estén pasando por una etapa familiar difícil, como la separación de sus padres,
dificultades económicas, cambios de domicilio o el fallecimiento de algún ser
querido.
Cada
niño es único y cada familia también lo es, de modo que hay que conocer cada
caso en particular antes de proceder a medicar.
El
apoyo psicoterapéutico tanto del niño como del entorno familiar es fundamental,
porque favorece su desarrollo, calma su ansiedad y mejora su atención.
Un
niño necesita vivir en un contexto que le brinde seguridad, que tenga
una estructura sólida en la cual los padres puedan transmitir ambos los mismos valores y
sean capaces de cumplir y hacer cumplir reglas en el hogar y de poner límites.
Lo
que un niño aprende en su casa lo condiciona para siempre, porque todo hijo ama
a sus padres y cualquier cosa que hagan o digan, para él estará bien, sea bueno o malo, y aprenderá a hacer o
decir lo mismo.
La
alimentación también es importante y a veces no es equilibrada y el tiempo
frente al televisor o los videojuegos puede ser mucho. Por esta y otras razones,
muchos niños se acuestan muy tarde y no duermen las horas necesarias, condición
que afectará su rendimiento al día siguiente.
Hay
niños que son sometidos a mucho estrés debido a que sus padres los obligan a
desarrollar otras actividades extra escolares; y hay otros que se aburren en la
escuela cuando la dinámica de la enseñanza es poco motivadora y ellos son muy despiertos.
Todos
estos factores pueden provocar déficil de atención e hiperactividad en los
niños, por lo que es aconsejable que tanto padres como docentes se comuniquen con regularidad para tratar de corregir
lo que sea necesario.
Los
niños no saben estudiar, ni siquiera saben lo que eso significa, por eso los
padres tienen que enseñarles a organizar sus tareas, a distinguir cuáles son sus
prioridades, a dedicarse a sus obligaciones siempre a la misma hora y la misma
cantidad de tiempo, a leer en voz alta para fijar mejor los contenidos, a darse
cuenta de qué es lo esencial y qué lo superfluo.
El
niño que no presta atención en clase está pensando en cosas que sólo le interesan a él. Los padres y los maestros deben intervenir con inteligencia, tratando de motivar al niño y recompensando su buen desempeño y dedicación. Poner reglas y límites, sin gritar ni amenazar
pero también sin claudicar; porque la violencia sólo logra cortar la
comunicación y terminar con el diálogo
Los
padres deben reconocer los logros del niño con palabras de aprobación y
minimizar sus fracasos, alentándolo a seguir adelante con entusiasmo.
Malena
Más
información : en el libro “El déficit de atención sin fármacos” de Gladys
Veracoechea, Ed. Psimática.
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