El Miedo a la convivencia



La convivencia de personas adultas es una prueba difícil de sobrellevar  cualquiera que sea el vínculo que las una.

Vivir con los padres hasta más de los treinta años puede ser cómodo y más barato pero es una decisión que tiene un alto costo emocional y psicológico tanto para los padres como para los hijos.

Peor todavía es vivir en pareja con los padres o con los suegros.  Esta decisión puede resolver supuestos problemas económicos, pero aún así, no es recomendable porque puede poner en peligro la relación de la pareja, ya que los hijos tenderán a defender a sus padres de las quejas de sus cónyuges y la situación se tornará insostenible; más aún si tienen hijos.

Lo que se paga por un alquiler y por la privacidad que brinda un lugar propio, es un costo que vale la pena, porque en primer lugar,  no hay  nadie alrededor para interferir en algo tan importante, como es en la práctica,  la definición de los roles de una pareja, cuando recién inicia la convivencia.

Las personas que se han habituado a vivir solas y se enfrentan a la posibilidad de tener que compartir su vida con otro, temen tener que abandonar a sus amigos, sus deportes preferidos, sus hobbies, sus rutinas personales, objetables o no, y hasta sus pequeñas o grandes manías. 

Estas personas tienen miedo a tener que renunciar a sus pequeños placeres de seres solitarios, a dejar de disfrutar de la agradable sensación de plena libertad individual que brinda el hecho de no tener a nadie al lado todo el día, menos las horas que están en el trabajo.

Por estas razones, para que la convivencia no sea el detonante que desencadene las condiciones para la ruptura de una relación; antes de convivir,  es conveniente fijar de antemano las reglas de juego.

Convivir no significa encadenarse para hacer lo que le gusta al otro, quiere decir tener siempre espacio suficiente para uno mismo, y obviamente, como se trata de una relación de amor, tener también las ganas y el tiempo necesario para compartir con el otro.

Si se trata de la convivencia de un hombre y una mujer, el hombre tiene que aceptar que la idiosincrasia de una mujer es diferente y respetarla, no le será difícil imaginarla si es que ha tenido una madre, aunque crea que su pareja sea distinta.

Salvo escasas excepciones, seguramente será más emocional que racional , prestará mayor atención a los detalles y se preocupará más que él por la decoración de la casa, por el orden y la limpieza;  se interesará por cosas que le parecerán triviales e inevitablemente querrá tener hijos.

En cuanto a la mujer, para lograr una excelente convivencia,  tendrá que intentar hacer lo mismo con su pareja, aceptándola y respetándola como es, seguramente más racional y menos emocional, poco demostrativo y más frío con respecto a los sentimientos, generalmente más activo sexualmente que ella, menos detallista, más desordenado y más relajado en cuanto a la limpieza.

La comida también suele ser un tema que produce discordia en la convivencia de una pareja,  ya que el hombre por lo general es carnívoro,  mientras la mujer usualmente prefiere  una dieta vegetariana.  Sin embargo, los dos pueden comer juntos lo que les guste a cada uno sin necesidad de recriminarse mutuamente sus hábitos ni de tratar de cambiárselos mutuamente.

Porque el problema de la convivencia más grave se produce cuando alguno de los dos pretende imponer sus gustos al otro, convencido que son mejores, confirmando que no lo acepta como es y que quiere cambiarlo.

La paradoja es que las personas se enamoran de las diferencias y luego de la convivencia, esas diferencias son las que las separan.

Una pareja, para poder convivir armoniosamente y mantener una relación estable, no puede perder la individualidad,  al contrario, tiene que seguir creciendo y desarrollándose como la persona única que es para no perder la admiración de su pareja, sorprendiéndolo y siendo siempre diferente.

El amor hay que conquistarlo todos los días porque no tiene garantía, y porque una persona que renuncia a ser ella misma,  deja de ser atractiva, deja de ser persona y se transforma en una cosa.

Mantener la individualidad estando en pareja no es fácil y probablemente habrá que ganársela siendo siempre una persona honesta y confiable, porque esa actitud puede ser mal interpretada.  Sin embargo, si la convicción es firme y de buena fe, nadie se puede oponer a eso.

Saber lo que se quiere es lo principal, lo que sea, cualquier cosa que se desee hacer que atraiga el interés para desarrollar el potencial;  y luego hay que estar dispuesto a hacerlo a toda costa.  

Porque la pareja es importante pero no lo es todo.

Malena