El Temor al ridículo



Es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio y aprovechar la  oportunidad para  burlarse de las supuestas fallas de los demás;  principalmente, cuando éstos se atreven a ser diferentes.

La gente, en general, no tolera a quienes no se comportan como borregos y siguen a la masa, porque teme perder protagonismo y poner en evidencia su propia debilidad y su falta de creatividad e inteligencia. Por eso es habitual que lo nuevo siempre sea severamente criticado antes de ser aceptado.

El temor al ridículo hace que muchos ignoren sus propios razonamientos y prefieran seguir a la mayoría antes de arriesgarse a emitir sus opiniones o sus inventos.

Es así como ese temor,  que hace correr el riesgo de convertirse en el hazmerreir del grupo,  inhibe el desarrollo de nuevas ideas, sumerge a los que tienen potencial creativo en el mar de la mediocridad y los condena a hacer lo mismo que hacen los demás.

El temor al ridículo impide el intento de enfrentar el desafío que representa  el cumplimiento del propio destino. En cambio la burla da tan buenos réditos que se ha convertido en el tema principal de la mayoría de los programas de televisión.

Existen expertos en burlas y maestros en el arte de hacer que alguien caiga en el ridículo con el propósito de entretener y mantener la audiencia atenta,  ventilando  inconfesables secretos de los famosos, sus debilidades y sus fracasos.

El objetivo oculto de estas personas que se ensañan con sus víctimas,  es tratar de hacer caer de su pedestal a quien seguramente le significó grandes esfuerzos y sacrificios alcanzarlo, con el oscuro propósito de lograr hacerlo descender a su mismo nivel.

No solamente Mozart tuvo un Salieri muerto de envidia hostigándolo;  todo el que se atreve a destacarse del resto,  hará surgir los bajos instintos de alguien que disfrutará  sembrando su camino de espinas, que lo aguijoneará y lo mortificará sin ningún escrúpulo;  y que al mismo tiempo sacará buen provecho de ello.

Malena