La Enfermedad de la comunicación virtual



El doctor Louis Pasteur, nos dejó una frase memorable antes de morir “…el germen no es nada, el terreno lo es todo.”  Por su parte,  el célebre fisiólogo francés Claude  Bernard afirmaba “…no hay enfermedades sino enfermos”, destacando las diferencias individuales en la manifestación de una misma patología.

A lo largo de la historia de la humanidad, la raza humana se enfrentó al peligro de distintos flagelos que amenazaron  su supervivencia; sin embargo pudo resistir los climas más rigurosos, el ataque de fieras salvajes, la escasez de agua y alimentos, las consecuencias del hacinamiento y la falta de higiene, las epidemias, las peores condiciones laborales,  e inclusive,  los errores de la medicina y de los médicos.

A pesar de los notables avances de la tecnología y de la ciencia y del mejoramiento general de la calidad de vida, esa lucha no ha terminado y hoy más que ayer,  los seres humanos se enferman, el estrés los hace vulnerables a virus y bacterias que parecían haber desaparecido, sus defensas son vencidas fácilmente por el frío o el calor, la humedad ataca sus articulaciones, tienen baja tolerancia al estrés y frecuentemente sufren de indigestión.

Nunca como ahora ha habido tantas farmacias abiertas las 24 horas. 


Qué es lo que le está pasando a la gente,  que tantos no pueden vivir sin tomar medicamentos y no pueden esperar hasta el día siguiente. 


Creo que lo que hace ahora a la gente más vulnerable a cualquier enfermedad,  es la pretensión de reemplazar el contacto personal con los otros por la comunicación virtual.


Mientras nuestros ancestros usaban solamente el lenguaje para relacionarse entre sí, celebraban sus tradiciones y se reconfortaban mutuamente reuniéndose en sus casas, predominaba el espíritu comunitario y el individualismo era impensable.  El hombre y la mujer aspiraban a formar un hogar y tener hijos, a educarlos, a progresar en el trabajo para poder mejorar las condiciones de vida de su familia y a llegar a ver a sus nietos.

En la era de la comunicación, esos valores han cambiado, el espíritu comunitario y de familia se ha perdido y la máquina se ha convertido en el testigo obligado de toda relación. 

El individualismo más extremo ha hecho que el ser humano se encerrara en sí mismo, pierda el sentido de su vida, se sienta solo, deprimido y aislado.

El hombre es un ser social que se ha convertido en un robot,  que está siempre funcionando para poder huir de sí mismo.

Se ha vuelto más vulnerable que sus ancestros y presenta patologías que no se encuentran en ningún manual de medicina.  Sufre problemas respiratorios de etiología incierta, dificultades digestivas,  alergias indescifrables, dolores migratorios, depresión, aburrimiento crónico, insatisfacción permanente, impotencia sexual, dudas sobre su identidad sexual,  estrés e  insomnio.  Siente que la soledad es su peor compañía, sin embargo no puede imaginarse unido a otro.

Prefiere  aferrarse a su celular o a su computadora como a una tabla de salvación hasta que se da cuenta que su vacío interior se hace insoportable y entonces se desespera y esa desesperación se traduce en algún dolor o malestar físico.

El peor mal que aqueja ahora a la humanidad no ataca desde afuera sino que la carcome por dentro.

El hombre actual está enfermo pero no tiene enfermedad específica conocida alguna.  Su mal es único y personal, un producto propio de su estilo de vida y sus peores síntomas son su desesperanza y su desdicha.

Se siente solo y aunque anhele estar con otro, no se siente bien ni solo ni con otro.



Malena