Los valores humanos-Psicología Malena Lede




Entre Nepal y el Tibet se encuentra el monte Everest, la montaña más alta del mundo, con 8848 metros de altura, que en la actualidad se ha convertido en una de las atracciones más concurridas por personas de alto nivel adquisitivo.

Escalar el Everest parece ahora un juego de niños y los escaladores forman largas filas para disfrutar del privilegio de llegar a la cumbre.

Sin embargo, a los 2400 metros la falta de oxígeno puede afectar la conciencia y a los 8000 metros,  el que tiene la mala suerte de caer y no poder levantarse solo,  corre el riesgo de morir y permanecer allí para siempre, porque aunque muchos escaladores pasen por su lado ninguno se detendrá para ayudarlo.

Sucede que la prioridad es alcanzar la cima y no salvar una vida humana, porque sería tener que resignarse a bajar sin lograr el objetivo y existen muchos intereses económicos en juego.  Los guías no siempre tienen poder de decisión y las órdenes que reciben desde abajo por los directivos de los equipos es seguir adelante y abandonar a los heridos.

Aunque la afluencia de escaladores es muy grande puede resultar casi imposible a varios hombres brindar ayuda, porque tendrían que arriesgar el éxito de la expedición y hasta sus propias vidas debido a la falta de oxígeno que no permite realizar esfuerzos.

Eventualmente, a la vuelta pueden intentar ayudarlos pero para ese momento casi siempre es tarde.

Acceder al monte Everest resulta muy caro, sólo el permiso del gobierno cuesta 25.000 dólares, y no es cuestión de gastarlos y arriesgar el éxito de una expedición para salvar la vida de alguien que seguramente se estaba arriesgando demasiado tratando de batir algún record.

Actualmente, si se siguen las rutas más comunes y no se pierde de vista la cuerda guía, no resulta difícil alcanzar la cima del Everest, no obstante el peligro de la falta de oxígeno existe y una caída accidental de poca importancia puede resultar fatal.

Los helicópteros no llegan hasta los ocho mil metros y además si lo hacen se pueden hundir en la nieve al aterrizar.

Los que mueren cerca de la cima quedan allí para siempre porque a nadie se le ocurriría emprender la peligrosa tarea de acarrear el cuerpo congelado de un muerto.

Ya hay más de cuarenta cadáveres abandonados a la vista que se han convertido en una referencia en la ruta, sin embargo, estas escenas macabras no desalientan a los escaladores que continúan haciendo fila para alcanzar la cumbre.

Las muertes más frecuentes se producen durante el descenso, y aunque los accidentados estén aún con vida no son socorridos; porque para los escaladores y los guías es más importante alcanzar la cima que salvar sus vidas.

Muchos se sienten invencibles y suben sin equipo suficiente. A estas personas es inútil convencerlas de que abandonen el intento, porque prefieren morir antes de hacerlo.  Son los que están dispuestos a dar la vida para demostrarle a los demás que valen.

Los cuerpos de las víctimas abandonadas permanecen a la intemperie durante muchos años y ya forman parte del paisaje.

Esta realidad, que resulta difícil de creer, es el producto de la la ambición de quienes se dedican a la explotación comercial del Everest, y para los escaladores es una práctica con un patético valor agregado, más de cuarenta cadáveres a la vista convertidos en señales de tránsito.

Malena