Mi madre no me quiere - Psicología Malena Lede







Todas las madres, incluso las más desnaturalizadas, aman de alguna manera a sus hijos, simplemente porque es un instinto natural que aún conserva la especie humana. Pero todas las madres, aman a cada uno de sus hijos de distinta forma, principalmente porque son diferentes.

Los hermanos pueden parecerse físicamente a la madre o al padre y también pueden tener algunas características de los dos; pero seguramente tendrán un temperamento y un carácter único.

Los hijos nacen en distintas circunstancias familiares y si son tres hermanos, no es lo mismo ser el primogénito, que el del medio o el último.

En algunas culturas, hasta no hace mucho tiempo, el primogénito, si era varón, era el único heredero, en cambio, si la primogénita era mujer, no heredaba nada y la herencia le correspondía al primer varón que naciera después de ella. Y si esa familia no tenía hijos varones, heredaban los sobrinos, y las mujeres permanecían fuera del reparto.

Con el tiempo esto fue cambiando y ahora raramente existen leyes de herencia que hagan distinción de sexos; pero durante mucho tiempo la mujer ocupó un rol social de menor jerarquía y hasta que no se casaba era considerada con los mismos derechos de un niño.

Sin embargo, como decía Jung, esa discriminación hacia la mujer todavía se encuentra en el inconsciente colectivo, como imagen heredada de la historia humana desde el principio de los tiempos.

Estos arquetipos permanecen todavía en las fábulas y en los cuentos y forman parte de nuestras tradiciones. Son imágenes que se activan cuando las circunstancias que vivimos las evocan y pueden influir en nuestra forma de pensar y en nuestra conducta.

Dado que ya venimos en cierta forma condicionados por el desarrollo filogenético humano, aunque una madre procure actuar con justicia y ecuanimidad con todos sus hijos y aunque intente despojarse de todo prejuicio, no podrá evitar que también su inconsciente la impulse a hacer diferencias, ya que en todas las culturas predominó la distinción entre los sexos, las diferencias según el nacimiento y la discriminación por la condición de cada uno.

Ningún hijo es amado por su madre como él querrìa ser amado, simplemente porque se trata de dos seres distintos que tienen una sensibilidad y una expectativa diferentes.

Es difícil ser madre y también es difícil ser hijo, aceptar la propia condición, el lugar que se ocupa en la familia, entender las diferencias y a pesar de todo, atreverse a Ser quien se Es.

Toda madre hace lo que puede con sus hijos durante toda su vida, lo que no puede es dar marcha atrás ni cambiar nada de lo que hizo, o lo que no hizo o cree haber hecho mal. Sólo le queda perdonarse a sí misma si cree que se equivocó y aprender de sus experiencias para no continuar cometiendo errores.

Los hijos raramente olvidan los hechos que los hirieron siendo chicos y de alguna forma cuando crecen les pasan a sus madres la factura. Estas son las deudas que hay que pagar a los hijos, al valor actual, que es más difícil, o sea con la indiferencia y privándolas de su compañía.

Todos hubiéramos querido ser el hijo preferido, porque es cierto que siempre hay uno que la madre distingue. Sin embargo, el hijo favorito, suele terminar siendo dependiente y teniendo dificultades para crecer, madurar y arreglarse solo.

En cambio, los hijos que no tuvieron ese privilegio, suelen ser más independientes, pueden desarrollar su potencial y esforzarse para alcanzar sus metas. Tienen más baja su autoestima, pero cuentan con la motivación inconsciente de tener que probarse a sí mismos que valen.

Malena