Mejore sus relaciones personales - Psicología Malena Lede




Es probable que Dale Carnegie haya sido la persona que más aportes realizó para ayudar a mejorar las relaciones humanas y el desarrollo personal.

Nacido en 1988 en Missouri, USA, fue el autor del exitoso libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” en el año 1936, que lo hizo famoso en el arte de cómo superar el miedo y la preocupación, dos fuerzas autodestructivas que le habían impedido a él mismo alcanzar el éxito personal.

Como resultado de ese cambio, logró una nueva perspectiva y también el éxito; y esa experiencia se convirtió en su misión en la vida: tratar de ayudar a los demás a alcanzar sus sueños.

Su método, de eficacia comprobada, puede ayudar a toda persona a sentirse más segura, más respetada y más tranquila en cualquier relación personal o de trabajo, en reuniones de negocios, en gestiones empresariales y en la solución de conflictos.

Dale Carnegie propone que para tratar con las personas y tener éxito se necesita desarrollar las siguientes habilidades específicas:

- Capacidad de relacionarse y de comunicarse
- Ser curioso y ambicioso
- Ser capaz de resolver conflictos

Hasta la publicación de su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” en el año 1936, no existía ninguna otra referencia sobre el concepto de las habilidades sociales que se requieren para el mejor desarrollo personal; y aún hoy en día estos principios siguen siendo esenciales, en momentos en que el estrés de la vida moderna está aumentando en forma proporcional los problemas de relación entre los individuos.

Para Dale Carnegie, cualquiera sea el área de trabajo, el nivel de éxito dependerá de la habilidad que se logre para interactuar eficazmente con las personas; y el fundamento de toda forma de interacción social eficaz es la ASERTIVIDAD, o sea la capacidad de hablar y actuar que logra en forma natural la atención y la actitud positiva de los demás.

Ser asertivo significa saber darse el lugar que a uno le corresponde para ser tratado de manera justa; o sea, lograr el punto medio entre la agresividad temeraria y la pasividad derrotista.

Las personas agresivas son arrogantes, egoístas, desconsideradas y hostiles, y las personas pasivas son débiles, quejosas y no se respetan a sí mismas. Tanto las agresivas como las pasivas tienen comportamientos infantiles.

Las personas asertivas son positivas y firmes, saben expresar sus ideas y escuchar a los otros decir las suyas; se pueden concentrar en lo que es de su interés y no hablar de sus sentimientos personales. Esta es la respuesta adulta.

El miedo, la timidez, la pasividad y también la ira son emociones infantiles, y la asertividad es la capacidad de hacerse respetar mostrándose tranquilo y seguro, poder expresar las situaciones negativas en forma objetiva sin hacerlas personales y cuestionar cualquier cosa que se considere necesaria en forma positiva.

La forma en que nos comportamos con los demás se relaciona con personas del pasado que aún siguen influyendo en nuestra conducta; por eso es imperativo realizar una autoevaluación honesta para darse cuenta en qué medida hemos superado esas reacciones y no continuamos trasladándolas a nuevas situaciones.

También, hablar de este problema con alguien puede ayudar, ya que puede ser constructivo saber cómo nos ven los otros.

Se puede controlar cualquier situación explicando la propia posición con firmeza, sin responder con agresividad y reconociendo las críticas que son ciertas.

En cualquier discusión, ganar no es el resultado ideal, lo que debe lograrse es una solución que permita o que al menos deje a los demás la impresión de que todos ganan.

Malena
Fuente: “Las cinco habilidades esenciales para tratar con las personas”; Dale Carnegie Training.