La disolución del Complejo de Edipo - Psicología Malena Lede



La disolución del Complejo de Edipo, etapa primordial del desarrollo psicosexual infantil que se extiende desde los tres a los cinco años, cede, al ser derrotado por la represión, siguiéndole luego el período de latencia.

El Psicoanálisis atribuye su final a las decepciones que sufre el niño o la niña de sus padres. El niño, cuando ve que su madre orienta toda su atención a su nuevo hermanito y la niña cuando su padre impone su autoridad y siente que ya no satisface sus deseos sin esperanza.

De todas maneras, cualquiera que sean las circunstancias, el Complejo de Edipo tenderá a desaparecer al comenzar la siguiente etapa de desarrollo, dado que también es un fenómeno heredado.

El niño sigue adelante hacia la fase siguiente de su desarrollo psicosexual, en la cual los genitales han asumido el principal papel, mientras la genitalidad de las niñas aún es una incógnita.

El niño comienza a interesarse en sus órganos sexuales y se da cuenta que los mayores no están de acuerdo en que los manipule, lo que comienza a dar lugar a la amenaza de perder esa parte de su cuerpo.

Esta amenaza de castración proviene generalmente de los progenitores, principalmente de la madre, como castigo por jugar con el pene o por mojar la cama.

Esta incontinencia del niño, cuando es duradera, puede compararse con la polución nocturna de un adulto, manifestando la misma excitación genital que impulsa al niño a masturbarse.

De modo que se puede afirmar que la amenaza de castración es la que hace que la organización genital fálica del niño termine, aún en el caso que el niño no preste ninguna atención al principio a tal amenaza.

Pero la amenaza de castración se confirma para el niño cuando descubre los genitales femeninos que le permite imaginarse la pérdida de su propio pene.

Esta etapa no se reduce a la masturbación sino que se manifiesta también en la actitud con respecto a sus padres determinada por el Complejo de Edipo que le ofrecía dos formas de satisfacción, una pasiva y otra activa, o sea ponerse en el lugar del padre y amar a su madre o querer sustituir a su madre y obtener el amor de su padre; pero que a la vez traían consigo la amenaza de castración, la del padre como castigo y la de la madre por querer ser como ella y sacrificar su pene.

Sin embargo, en esta lucha interna vence el interés narcisista y el Yo del niño termina con el Complejo de Edipo.

De esta forma, las cargas libidinales hacia los padres son reemplazadas por identificaciones; adoptarán sus caracteres, y su autoridad se convertirá en el núcleo del Super Yo, perpetuando la prohibición del incesto y garantizando que dichas cargas, desexualizadas y sublimadas, no vuelvan a esos objetos.

Si el Yo no alcanza a destruir el Complejo de Edipo y sólo lo reprime, permanecerá inconsciente en el Ello y manifestará posteriormente su acción patológica.

El clítoris de la niña actúa como un pene, pero su pequeño tamaño es vivido como una desventaja y es motivo de inferioridad.

La niña cree que tenía un pene pero que lo perdió porque fue castrada; para ella, la falta de un pene es un hecho sin retorno pero para el niño es una amenaza.

La compensación por la pérdida del pene en la niña culmina con el deseo de tener un niño del padre, pero como no es un deseo que pueda llegar a cumplirse es abandonado, aunque ambos deseos permanecen en el inconsciente y sirven para desempeñar su posterior papel sexual.

Malena
Fuente: “Obras Completas de Sigmund Freud”; Tomo III; “La disolución del Complejo de Edipo”, (1924)