Se aprende a ser padre - Psicología Malena Lede




Es posible que el instinto protector exista en el cerebro de cada hombre; sin embargo, no a todos los hombres les alegra saber que serán padres, probablemente porque para ellos representa tener que cumplir las expectativas de rol de la sociedad, que es asumir la responsabilidad de sostener una familia.

Para una mujer, la cara de desilusión de su pareja cuando le anuncia lo que para ella es una buena noticia, puede afectar su relación e invadirla de preocupación y serios temores.

Los padres no saben en qué medida, la forma en que ellos atiendan las necesidades del bebé durante los primeros meses de vida, puede influir en el cerebro de su hijo el resto de su vida.

Algunos padres primerizos se pueden sentir tan angustiados frente al inminente desafío que incluso son capaces de proponer a su pareja la posibilidad de interrumpir el embarazo.

Pero si un hombre se considera lo suficientemente maduro para tener una relación sexual, sin protección para evitar el embarazo de la mujer, tendría que ser coherente y estar dispuesto a enfrentar las consecuencias.

Afortunadamente, la mayoría puede ocultar su pánico y pocas veces manifiestan su disconformidad a su pareja, que es la verdadera protagonista y que sin duda siempre estará dispuesta a hacerse cargo de su hijo, esté o no el padre.

Aunque resulte difícil de creer, el cerebro del hombre cambia con el embarazo de su mujer. Estudios realizados en la Universidad de Harvard revelan que los que van a ser padres sufren cambios hormonales importantes que también los preparan para la conducta paterna.

La presencia del padre durante el embarazo estimula en la madre la producción de prolactina, una hormona que aumenta el desarrollo de nuevos circuitos cerebrales maternos; y estar presente durante el nacimiento del hijo establece un vínculo afectivo entre padre e hijo muy difícil de romper.

Los primeros tres meses los niños prefieren la presencia de sus madres, dado que ellas son las proveedoras de su alimento, pero después de los tres meses, el padre, si ha tenido participación activa en su vida, comienza a ser la estrella.

Las madres que confían más en sus maridos en cuanto al cuidado del niño están reforzando también el vínculo con su pareja.

El modo del padre, algo brusco y directo, de tratar a su hijo, contrasta con la forma que tiene la madre para comunicarse con él, más emocional y blanda.

Aunque puede resultar tal vez demasiado severo el rol del padre, a medida que el niño crece, esta forma de tratar al hijo, entre otras cosas, le sirve para enfrentar más adelante el mundo real.

La figura paterna incrementa la seguridad de su hijo, lo prepara para la vida y en el mejor de los casos si le pone límites y le impone disciplina, según investigaciones realizadas en Suecia, puede ser un factor crucial en el desarrollo normal de los hijos.

Tanto la madre como el padre juegan dos roles imprescindibles para la crianza de sus hijos, la ausencia o indiferencia de uno de ellos, si no existe una figura sustituta que la reemplace será como una amputación en la vida anímica de esos niños.

Hay muchas madres que juegan ambos roles con sus hijos, madres solteras, madres separadas, madres abandonadas, que sin duda tratarán por todos los medios de minimizar la ausencia de los padres; pero nunca será lo mismo.

Malena
Fuente: “El cerebro masculino”; Louann Brizendine