Errores, culpa y consecuencias - Psicología Malena Lede




Todos cometemos errores porque nadie es perfecto pero hay errores que son mucho más graves que otros.

Errar significa hacer, decir o actuar, palabras o hechos que contradigan el propio código de valores u ofendan a otros.

Cuando se piensa de una forma pero se hace lo contrario y se hiere a otro, se produce un desequilibrio interno que genera culpa, pero al mismo tiempo, este error que se comete produce consecuencias en el entorno, que muchas veces son indeseadas e irreversibles.

Los errores humanos alteran las estabilidad de las relaciones estables y representan el comienzo de una cadena de acontecimientos imparables, con frecuencia graves e irreparables.

Vivimos en un mundo interrelacionado en el que todos los seres humanos, incluso el más lejano, de alguna manera está conectado, con más razón la conexión es más estrecha con quienes están más cerca.

La física nos enseña que existen leyes que se cumplen sin excepción en la vida cotidiana, como la que afirma que a cada acción le sigue una reacción, sin embargo, aún siendo una ley inexorable, a pocos se les ocurre aplicarla a las relaciones interpersonales.

Así como las buenas acciones pueden generar buenas respuestas, todo error no sólo puede producir desagradables consecuencias sino también sentimientos de culpa.

Culpa es lo que sentimos cuando cometemos una acción, falta u omisión, más o menos grave, consciente, a sabiendas, en forma voluntaria o no, que produce un perjuicio o daño a alguien.

El daño sobreviene por no tomar precauciones, por no prever racionalmente los resultados de una acción determinada o por no actuar con responsabilidad al no ser capaces de responder adecuadamente por nuestros actos.

Frente a cualquier decisión importante, todos nos enfrentamos a la posibilidad de cometer un error, o sea hacer lo que sabemos que desatará una catarata de consecuencias no deseadas pero que gratificará nuestros impulsos; o hacer lo que consideramos correcto, respetando a los demás y a nuestro propio código de valores pero sacrificando los instintos.

Esta es la continua tragedia del hombre, elegir manejarse con el principio de placer ó con el principio de la realidad; y de eso dependerá su estilo de vida y la clase de persona que elegirá ser.

La clave está en lograr un equilibrio y la necesaria flexibilidad como para no aferrarse demasiado a normas estrictas ni ignorar del todo los impulsos del ego.

Mantener el equilibrio es difícil porque en una sociedad humana existe una dependencia mutua, o sea que todos estamos obligados a depender de otros, dependencia funcional o afectiva, que es inevitable.

El secreto para lograr mantener el equilibrio en las relaciones interpersonales es aprender a tratar a los demás como si fuéramos nosotros mismos.

Para llegar a esta suprema aspiración hay que empezar elevando la propia autoestima y deseando lo mejor para nosotros.

Priorizar nuestro propio bienestar y nuestro propio crecimiento y desarrollo, es lo que nos puede brindar la fuerza, la madurez y la disposición suficiente como para transmitirle a otros lo mismo.

Malena