Cuento para pensar - Dos aparatos - Psicología Malena Lede




El Sol que se ocultaba detrás del horizonte era como una herida que sangraba en el cielo y parecía augurar algo nuevo, tal vez un cambio en las vidas monótonas y vacías de Agapito y Florita.

Agapito era un depresivo y aunque ya tenía cuarenta años, siempre estaba buscando un pecho para refugiarse, un hombro para apoyarse, un brazo para aferrarse, una mano para ayudarse y también algún lugar cómodo para sentarse.

No estaba solo porque estaba rodeado de personas que lo querían, pero como todo buen depresivo, ni eso ni las pastillas que le había recetado el psiquiatra eran suficientes para alegrarlo y evitar que pensara siempre en negativo.

Agapito era huérfano y no tenía hermanos; sólo tenía amigos pero nunca había tenido una novia para casarse. No duraba mucho en un trabajo, tal vez porque se podía mantener con el alquiler del taller mecánico que había sido de su padre.

Su vida era monótona y rutinaria, se parecía a la del ficus que regaba todas las mañanas porque ambos vegetaban, con la diferencia que el ficus crecía y él sólo sobrevivía.

Agapito era depresivo pero no tonto, por eso se le ocurrió ese día la idea alentadora de comprarse una computadora.

Para aprender a manejarla, Florita, la hija del encargado del edificio donde vivía, que también tomaba pastillas antidepresivas, le daba clases.

Mucho no aprendía, pero de ella se enamoró y como todo depresivo que piensa en negativo, no se animó a declararle su amor.

Florita también se había enamorado de él, pero como no quiso hacerse ilusiones tampoco dijo nada.

Así, fueron pasando los días, él aprendiendo a duras penas computación y ella enseñándole lo que podía, reprimiendo ambos sus sentimientos mientras la computadora parecía ser la única testigo de lo que estaba pasando entre ellos.

Lo inevitable pasó un día ventoso, cuando a ella le entró una basurita en el ojo.

Agapito quiso ayudarla acercando su rostro al de ella para ver, pero hipnotizado por su hechizo y sin pensarlo demasiado la besó en la boca como nunca antes había besado a otra.

Florita, le respondió con la misma pasión, arrebatada por un auténtico éxtasis de amor.

Fue así como los dos dejaron de ser aparatos y se convirtieron en personas, pudieron dejar definitivamente las pastillas y hacer que sus vidas dejaran de ser una pesadilla.

Malena