Hay gente buena - Psicología Malena Lede



En la esquina de mi casa hace años que un mendigo pide limosna, la viva imagen de Santa Claus pero en quiebra.

Los primeros tiempos su aspecto daba lástima, no era muy viejo pero evidentemente estaba muy enfermo.

Tenía varias úlceras en las piernas y apenas podía caminar; hasta que un día, felizmente, el sistema funcionó y se lo llevó una ambulancia.

Volvió todo vendado pero más limpio y arreglado; y luego de ese incidente los comerciantes de la zona lo comenzaron a ayudar.

Tanto es así que este hombre comenzó a cambiar y a verse cada vez más contento y rejuvenecido.

El dueño del puesto de flores permitía que lo reemplazara cuando se ausentaba, y los libreros de enfrente le daban algunos libros usados para vender, que él aprovechaba también para leer.

Me enteré que durante mucho tiempo durmió en la calle, en un rincón entre los puestos de libros, porque allí había techo, pero eso fue al principio, porque ahora lo veo pasar todas las noches por mi casa, porque parece que duerme en una pensión de la zona de Palermo viejo.

Todas las tardes recibe la visita de alguien que se sienta a su lado para charlar y hay quien se encarga de acercarle diariamente la comida.

No sé quién puede haber sido este hombre de joven, pero no puedo evitar imaginarme toda su historia.

Tal vez fue alguien que no pudo sobrellevar una tragedia grave, una pérdida irreparable, un quebranto económico o la muerte de un ser querido; pero también pudo haber sufrido algo que puede ser devastador para un hombre, como haberse quedado sin trabajo.

Los hombres no son tan fuertes cuando los golpea la adversidad y algunos son capaces de bajar los brazos y dejarse caer en un abismo de depresión hasta lo más bajo.

Contrariamente a lo que se ve a menudo en la calle, a este hombre en particular jamás se lo vio alcoholizado, solamente solía dormitar la mayor parte del día con su cabeza apoyada en la pared, sentado en los escalones de la iglesia.

Él no pide limosna y nunca la pidió, la gente lo ayuda, espontáneamente con lo que puede y esa solidaridad cotidiana posiblemente lo llegó a convencer que no todo está tan mal en este mundo.

A veces, pueden herirnos los gestos y las acciones de mucha gente, podemos estar hartos de tanto depravado e inadaptado porque tienen más difusión, pero existen estas leves señales que nos indican que hay otra clase de gente anónima que no sale en los noticieros ni en los diarios, gente que es capaz de ayudar sin recibir nada a cambio, de brindar una mano al necesitado, una palabra de aliento o su tiempo sólo para hacer el bien a otros y para sentirse mejor consigo misma.



Malena