Por qué no me llevo bien con la gente - Psicología Malena Lede



Para poder contestar este interrogante es necesario conocerse más a sí mismo, porque es muy probable que la falta de popularidad no se deba a que el resto del mundo sea necio, sino a las propias fallas de carácter.

El respeto por el otro es el requisito más importante para relacionarse bien con la gente, ser considerado y atento, saber escuchar con atención, tener paciencia, buen humor, no ser susceptible tratando de ignorar lo que un espíritu desconfiado podría interpretar como una ofensa, mostrarse interesado en lo que hace y le cuenta el eventual interlocutor e intentar aprender de eso.

A algunos, este comportamiento les podrá resultar falso pero se olvidan que en última instancia, no llevarse bien con la gente oculta el temor al rechazo.

Los iracundos tienen dificultad para relacionarse porque ante el menor contratiempo o cambio de opiniones reaccionan con violencia. Suelen ser terminantes, tener ideas fijas, sentirse dueños de la verdad; mostrarse obstinados y molestos ante la primera señal de oposición y estar siempre dispuestos a defender su postura a toda costa. ¿Quién soporta a alguien así? Sin duda pocos o ninguno.

Los celosos son los que temen la pérdida de los afectos, tienen baja autoestima que generalmente permanece oculta detrás de una máscara de arrogancia. No admiten compartir la compañía de sus seres queridos con nadie, desconfían, son suspicaces y están siempre a la defensiva. Esta es la forma más fácil de quedarse solo.

Los que ven a todos los demás como rivales o competidores, que están siempre comparándose con los demás y tratando de superarlos en todo, tampoco nunca caen bien en ningún lado.

Los dominantes, que son los que intentan monopolizar las reuniones, llamar la atención, convertirse en el centro y tomar la iniciativas, anulan a todo los que los rodean y los hace sentir inútiles.

La Programación Neurolingüística enfatiza que más que empeñarse en mostrar de entrada los defectos de carácter que uno tiene, es no olvidar que el objetivo común de todo ser humano es sentirse aceptado e integrado, por lo tanto es necesario realizar el esfuerzo para conseguir éste propósito.

El empeño por valorarse en relación a otro es un obstáculo para conocer la propia identidad, quiénes quieren ser y con qué valores se quieren identificar. Los modelos externos producen confusión, envidia y rivalidad, todas condiciones que atentan contra las buenas relaciones.

Cada persona es única y puede ser capaz de tomarse en serio a sí misma, pasar por alto las bajezas de otros, conocer sus propias necesidades y las dificultades que la separan de los demás.

Una persona de sonrisa fácil, que no es rencorosa, que cuida su presencia, que se preocupa por mejorar, que se interesa por todo, que suele ser optimista y positiva, que mira a los ojos al hablar y que es capaz de ver la vida como una oportunidad, tendrá una energía atractiva, aunque no haya sido favorecida con un cuerpo o un rostro ejemplares.

Tener la razón en alguna oportunidad no nos hace superiores, ni más felices, porque nadie es dueño de la verdad y en realidad, casi siempre, nuestras ideas, aunque no lo parezcan, complementan a las ideas de los demás.

Estamos tan acostumbrados a pensar en forma individual que nos hemos convencido que nuestro pensamiento puede comprenderlo todo y esa forma de pensar individualista no nos permite aceptar que los otros son tan importantes como nosotros mismos, y que solos, no somos nada.

Malena