A mayor prosperidad menor felicidad - Psicología Malena Lede




Disfrutar de la vida y ser felices con lo que tenemos y con lo que somos parece ser una quimera difícil de alcanzar.

La humanidad ha conseguido grandes avances tecnológicos y mejor calidad de vida en gran parte del mundo,   muchos problemas que parecían no tener solución y que creíamos que terminarían con la raza humana han sido controlados; los medios de comunicación acortan las distancias y se puede mantener contacto visual y auditivo con personas que viven en los lugares más alejados; sin embargo, a medida que la civilización se desarrolla y crece se está registrando un raro fenómeno a nivel individual: mucha gente comienza a tomar conciencia que la vida que está haciendo no tiene sentido, que ya no le alcanza con tener sus necesidades satisfechas, que necesita imperiosamente algo más.

El entretenimiento escapista, las drogas y el alcohol pretenden ahogar esa necesidad humana y aunque las condiciones de vida hayan mejorado, este factor no parece ser suficiente para llenar ese vacío existencial.

En los países desarrollados el promedio de expectativa de vida es más de setenta años, y a pesar de las guerras, las catástrofes, las epidemias o los accidentes, este índice sigue subiendo.

Sin embargo, actualmente, en el país del Norte,  se está observando una caída significativa de la  expectativa de vida en grupos humanos de mediana edad,  de buen nivel adquisitivo; y las investigaciones muestran que el aumento de la mortalidad se debe al abuso de drogas, al alcohol, a la obesidad y a los suicidios.

Estas muertes ya no se deben a causas externas sino internas de estos individuos, que al llegar a determinada edad, por razones existenciales,  adoptan comportamientos auto destructivos.

La felicidad parece no estar relacionada con el confort que proporcionan los bienes materiales y que el consumo no es suficiente para darle sentido a la vida.

Los individuos adquieren un alto grado de capacitación tecnológica, reciben títulos universitarios y realizan doctorados y estudios de post grado; pero no pueden discernir, no saben quiénes son, cómo vivir, pierden toda sensibilidad y se convierten en simples robots hedonistas que sólo saben consumir. 

Aunque están todo el día conectados con aparatos, se sienten solos, temen la responsabilidad de una familia porque sólo piensan en sí mismos y no tienen capacidad de entrega.

Cuando creen haberlo conseguido todo, el vacío existencial es tan tremendo que comienzan los excesos, de drogas, de alcohol, hasta que hartos de sí mismos se suicidan.

Somos esencialmente seres sociales que no pueden vivir solos. Creo que es hora de recuperar nuestra esencia y volver a tener una vida más humana.

Malena Lede – Psicóloga.