Amores a distancia - Psicología Malena Lede




“Dicen que la distancia es el olvido…” y tienen razón, porque en cuestiones amorosas la memoria es frágil, las tentaciones son muchas y el corazón traiciona.

Pero eso ocurre ahora, porque hay que acordarse que nuestros ancestros, los inmigrantes,  venían a América solos y sus familias llegaban mucho después, cuando los hombres ya tenían un trabajo, un lugar para vivir y el dinero suficiente como para pagar los pasajes de sus esposas e hijos, en barco.

Después de la guerra Europa estaba destruida, no había trabajo y escaseaba la comida, por eso toda América recibió inmigrantes de todas partes. 

En Argentina casi se duplicó la población con toda esa gente que en su país había perdido la esperanza.

Pero eran otros tiempos, cuando el único proyecto era pensar en trabajar,  salir adelante, reunirse con la familia, hacerse la casa y educar a los hijos, a veces después de dos o tres años de separación forzosa.

Ahora, ese proyecto no alcanza, porque el propósito es pasarla bien hoy sin pensar en el futuro y sin comprometerse.

Por eso es común dejar pasar el amor una y otra vez porque antes de “atarse” a una familia, mejor es no perderse nada.

Vivimos en una época hedonista y consumista en que lo material ocupa el primer lugar, sin embargo,  todos presentimos que tenerlo todo no garantiza la felicidad.

Estar relacionados es estar juntos, no separados, más aún en un mundo materialista donde hasta las personas se venden.

¿Quién deja escapar a un buen partido aunque tenga novia o esposa e hijos?

Las esposas y los hijos se olvidan, quedan atrás borrados por la excitación de nuevas experiencias sin compromiso ni historia.

Pero la vida no es un inagotable parque de diversiones porque pronto  aparece el fantasma del aburrimiento que es el que brinda la oportunidad de descubrir su significado, y porque es sólo el sentido de la existencia el que puede hacernos sentir plenamente vivos.

La distancia hace que los que se aman se cuestionen sus sentimientos, fomente las dudas y los vuelva suspicaces y desconfiados cuando se encuentran frente a nuevos estímulos.

Amamos más a las imágenes que tenemos de las personas que a las personas mismas y esas imágenes la distancia las distorsiona y el tiempo las borra.

A veces hay que tener la audacia de cambiar de vida por un amor y arriesgarse, ser capaz de enfrentar la incertidumbre; porque de todos modos nunca estamos seguros de nada.

Malena Lede - Psicóloga