La coherencia interna - Psicología Malena Lede


Coherencia interna significa ser capaz de vivir en armonía con la propia conciencia, tener integridad y ser fiel a sí mismo.

No es fácil porque exige pensar, decir y hacer lo mismo, cuando por lo general la gente piensa una cosa, dice otra y hace otra muy diferente.

La educación que recibimos nos lleva a no decir todo lo que pensamos si eso puede herir a alguien o perjudicarlo seriamente.  Pero una cosa es permanecer callado y dueño de nuestros pensamientos y otra es decir lo contrario de lo que pensamos.

Los intereses, la conveniencia, la necesidad de relacionarse para obtener algún resultado, muchas veces son hechos que conducen a mentir y a no ser fiel a uno mismo.

Una mentira produce una catarata de acontecimientos que obliga a continuar mintiendo, mientras internamente la mentira desequilibra, quita la tranquilidad  y la paz y no permite estar en armonía.

Tener coherencia interna es no estar dividido en distintos personajes según las circunstancias, siendo capaz de mantener la palabra, de ser desinteresado y recto en el obrar en todo lugar y en todo momento.

Más que cualquier título, a la hora de competir juegan con ventajas las personas que se conocen por su rectitud, su honorabilidad, su cumplimiento y honradez.

En las grandes ciudades, las personas de mala fe pueden refugiarse en el anonimato, ser prófugos de la justicia y vivir en un departamento al lado del nuestro, pagando puntualmente las expensas y el alquiler, sin que nunca nadie se entere de quiénes realmente son.

La integridad es nuestra mejor carta de presentación y aunque tal vez nos lleve a exigir a los otros lo mismo y a generar rechazo de parte de quienes no respetan ningún código de valores y actúan según su conveniencia, siempre vale la pena porque es la única forma de lograr tranquilidad y paz interior.

La impunidad que padecemos todos los días puede convencer a muchos que es más fácil vivir al margen de la ley que trabajar, sin embargo, cuando se despoja a otros de sus pertenencias se está arriesgando la vida porque nunca se sabe cómo las víctimas pueden reaccionar.

Todo ser humano, aún el más cruel y despiadado tiene conciencia y es su conciencia la que buscará la reparación y hará justicia, porque nadie se puede librar de la culpa.

La culpa es la que los llevará a cometer excesos, a drogarse o alcoholizarse, o a enfrentar mayores riesgos,  para no pensar,  hasta sucumbir víctimas de su propia violencia.

Nadie puede vivir sin reglas y menos los que pertenecen a una banda de delincuentes,  cuyos códigos son aún más estrictos y donde la traición se paga con la muerte.

En esos ámbitos existe un orden de jerarquía que hay que obedecer sin derecho a réplica y cualquier transgresión que comprometa la fidelidad de alguno de sus miembros se paga con la vida.

Las mafias no tienen cárceles, ni jueces, ni tribunales y no responden a nadie, simplemente limpian de raíz a quien se atreva a desafiarlos o a desobedecerlos.

Nadie puede salir de esa trampa, ni siquiera como arrepentido, porque tendrá que vivir escondido, en otro país, con otra identidad, solo y siempre con el riesgo de que sus secuaces lo encuentren y hagan justicia a su modo.

Malena Lede - Psicóloga