Gritar para descargar la furia que provocan las
contrariedades, es una forma de canalizar la energía, pero no siempre significa
tener la razón.
Las personas que gritan cuando discuten, están tratando de intimidar a su adversario
haciendo escenas, lloran, rompen cosas y a veces hasta se auto flagelan
lastimándose seriamente.
Se trata de una forma de dominio y manipulación,
cuando las palabras no les parecen suficientes, y se dan cuenta de que están a
punto de perder terreno y posiciones.
Los gritos no conducen a nada constructivo pero
logran alterar los ánimos, generar reacciones violentas, y convertirse en un
hábito difícil de cambiar.
La persona que grita pocas veces es escuchada con
atención, al contrario, todos se esfuerzan en intentar entender a quien habla
bajo; de modo que cuanto más bajo se hable más atención se recibirá y cuanto
más se grite, lo que se diga, menos interés
provocará.
Los gritos alteran a los niños pequeños que luego
adoptan el mismo hábito de sus madres o padres.
Un adulto gritón es como un niño pequeño que intenta
atraer la atención para obtener lo que
desea, pero sólo logra intimidar a los que lo rodean.
Un grito es interpretado como una orden, por lo
tanto es recibido siempre con recelo y desconfianza y cuando se transforma en
la forma común que tiene alguien de reaccionar, nadie le presta atención.
A veces necesitamos estallar de alguna forma cuando nos
suceden cosas que sobrepasan nuestro nivel de tolerancia, sin embargo no es
necesario gritar, porque se pueden decir las cosas más hirientes hablando
normalmente.
En Japón, existen empresas que disponen de un sector
especial para que los empleados y ejecutivos se encierren a gritar y patalear;
pueden darle puñetazos a los cuadros con las fotos de sus jefes, patear las
paredes y romper cosas y luego volver a la oficina.
El deporte también es una forma de descargar
tensiones, salir a correr, jugar al tennis, nadar hasta estar bien cansados. De esa manera no se tendrá la misma energía
para un enfrentamiento feroz ni para defender ninguna opinión al llegar a casa,
porque lo único que se querrá hacer es sentarse a descansar.
Cuando la gente está cansada no tiene ni siquiera deseos
de hablar, menos aún de generar algún motivo de disputa.
Los gritos no tienen otro valor que amedrentar,
porque no llegan a convencer a nadie de nada en particular, pero pueden lograr
que el más manso se convierta en una persona violenta.
Malena Lede - Psicóloga
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