Parejas en crisis permanentes - Psicología Malena Lede




Hay parejas que continuamente se encuentran a punto de separarse, que cualquier acontecimiento que pone de relieve sus diferencias amenaza con ser el detonante de una ruptura y que adoptan este modo de relación como una forma de vida.

Mientras tanto, cada uno hace sus propios castillos en el aire, planean viajes para cuando estén solos, hablan con sus amigos sobre sus proyectos individuales, buscan un departamento para mudarse e imaginan un futuro solitario. Viven una eterna despedida, sin embargo raramente se separan.

¿Cuántas personas existen en el mundo que tienen proyectos en mente y que nunca los cumplen? Millones. Porque los proyectos son los que nos ayudan a vivir la rutina de todos los días, a soportar con más optimismo las relaciones difíciles, a imaginar que otra vida diferente a la real es posible.

En las parejas, esta forma de vivir juntos les permite no ahondar en los conflictos porque si se van a separar no vale la pena y no enfrentar los problemas que conlleva una separación que son difíciles de resolver, como la tenencia de los hijos, dónde ir a vivir, cómo mantenerse con un solo sueldo y cómo enfrentar la soledad después de haber compartido la vida con otro.

De esta forma la vida en común se transforma en un “como si...”; como si en poco tiempo ambos lograrán recuperar su libertad, que podrán por fin hacer lo que quieran, que la puerta siempre permanece abierta para hacer realidad sus sueños.

Este estilo de vida demuestra incapacidad para resolver los problemas, para tomar decisiones y para
lograr una relación sincera y madura; postergan no sólo la separación sino también los propios proyectos que no dependen de una separación sino de la genuina intención de realizarlos y a la vez se convierte en una buena excusa para no hacer nada.

Los hijos son los que reciben en mayor grado el impacto que produce una vida de zozobra en la que no se definen las situaciones y se cierne sobre ellos en forma permanente el fantasma de la disolución de la familia.

Estas parejas viven la relación de pareja como una limitación de la libertad individual, cuando lo que en realidad implica es hacerse responsable de las consecuencias que genera y ser fiel al compromiso; el resto de la vida personal de ambos, es libre para realizarse plenamente.

Vivir en constante amenaza de separación no soluciona nada, al contrario, no permite que ninguno de los dos aclaren sus ideas ni sepan bien lo que quieren y no los deja tomar ninguna decisión importante porque todo está supeditado a esa condición.

Una pareja tiene que tener el coraje de plantear los problemas sin pelear, de encarar las posiciones que parecen irreconciliables y tener la posibilidad de llegar a un acuerdo o caso contrario tomar la decisión que corresponda, sin romper el diálogo y sin volverse enemigos.

Hay parejas que trabajan muy bien juntos pero que no pueden vivir en la misma casa; que se complementan y que se respetan en el trabajo pero que no pueden lograr la armonía bajo el mismo techo. Esta es una situación que aceptarla y ser capaces de trascenderla.


Si dos personas descubren que no pueden amarse eternamente pueden seguir siendo amigos, más si tienen hijos, terminar el vínculo amoroso lo mejor posible y pasar a otro nivel de relación que no los destruya a ellos ni a los hijos.

Malena Lede - Psicóloga