En primer lugar, físicamente el
hombre, es más grande que la mujer, por lo que en un enfrentamiento
o discusión, si no se controla, sabe que puede ganar sin ningún
esfuerzo.
Luego, en todas las culturas, el hombre
ha ocupado, los principales puestos de poder, quedando a la mujer
relegada a ocupar posiciones de menor jerarquía, con muchas menos
posibilidades de influir en la toma de decisiones.
El dominio del hombre sobre la mujer
existe desde siempre y aún continúa, en forma más atenuada pero
no menos cruenta.
Todavía, la actitud de sumisión por
parte de la mujer puede intensificar la excitación sexual de ciertos
hombres inseguros que internamente les temen a las mujeres.
Existen aún muchas mujeres machistas
que en una relación se sienten mejor dándole al hombre el lugar de
macho dominante reservando para ellas el rol pasivo, lo que las exime
de tomar decisiones, las reduce a una posición pasiva y dependiente
pero les asegura la protección y el cuidado que necesitan.
Cada hombre golpeador tiene una pareja
que se deja golpear, perversión que se suele mantener por muchos
años porque ambos satisfacen de manera perversa sus propias
necesidades inconscientes.
Las reconciliaciones de una pareja de
estas características suelen ser muy placenteras, a tal punto que
sirven para reforzar ese condicionamiento.
Esta relación es difícil que termine
bien, porque por lo general, como estamos habituados ver a diario,
culmina con la muerte de la mujer.
La baja autoestima hace que estas
mujeres crean que se merecen ser golpeadas, como probablemente han
sido también golpeadas en la infancia por sus padres.
El maltrato que la mujer ha vivido en
la infancia influyen en su elección de pareja y la lleva a reiterar
el mismo tipo de vínculo.
Las agresiones verbales suelen ser las
primeras manifestaciones de maltrato que deberían considerarse como
señales de alarma porque en poco tiempo se convertirán en golpes.
El golpeador no cambia, porque es un
psicópata que no siente culpa alguna, sin embargo, la mujer golpeada
cree que si cambiará, por esa razón, cada vez que logra sobrevivir
a la golpiza, la reconciliación se convierte en un nuevo comienzo.
El psicópata no se cura, sin embargo
parece “normal” porque es un gran simulador. Por eso, pedir
ayuda para poder salir de ese círculo vicioso y liberarse para
siempre de esa relación enferma es esencial, lo contrario implica el
riesgo de perder la vida en cualquier momento.
Malena Lede – Psicóloga
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