La mentira tiene patas cortas y exige seguir mintiendo hasta terminar perdido en un laberinto de engaños.
El mentiroso pierde su credibilidad; incluso cuando diga la verdad, nadie le creerá.. Crea realidades inexistentes, imagina, alucina, delira y termina creyendo sus propias mentiras.
La persona sincera
es confiable y compasiva, ama la
justicia, respeta el derecho de los
demás y su propio código ético y es capaz de mostrarse como es.
Una persona sincera
es siempre fiel a su palabra y a la confianza que inspira, piensa antes de
actuar y reflexiona antes de prometer, no se preocupa por el “qué dirán” y se
siente bien aunque no reciba ningún apoyo.
La verdad permite
alcanzar las metas más ambiciosas y ahuyenta las preocupaciones, el temor, las
dudas y las inquietudes.
La persona sincera
reconoce sus errores sin perder su autoestima, su pensamiento es coherente con
sus palabras y sus acciones y es incapaz de dañar a nadie.
La verdad ilumina
la vida, modela la conducta y fortalece el carácter, puede parecer difícil de
mantener sin embargo nos fortalece y nos ayuda a permanecer firmes y tranquilos.
Digamos siempre la verdad,
seamos siempre sinceros, pero cuando esa verdad duela mejor callar, no decir
nada, dejar que un manto de silencio hable por sí mismo para permitir que la
verdad se imponga por sí sola y no provoque sufrimiento..
Decir la verdad es
la mejor forma de ser respetado y de estar en paz con uno mismo.
Malena Lede -
Psicóloga
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