Según las
corrientes de pensamiento orientales en el silencio podemos encontrar la paz, podemos
escuchar lo que nos dice el corazón y la sabiduría de la conciencia. Pero para
estar en completo silencio debemos dejar de pensar.
Todo lo que no
puede ser explicado se puede conocer a través del silencio profundo. El silencio cura los nervios y las heridas
del corazón, nos permite aprender de los fracasos y nos ayuda a elaborar las
pérdidas.
Cuando dormimos
profundamente nos ponemos en contacto con este silencio interior.
La mente está
constantemente pensando, imaginando, recordando, proyectando, reflexionando,
sin parar; la paz sólo se logra cuando el intelecto deja de funcionar.
La práctica del
silencio debe ser gradual; en primer lugar se debe dejar de hablar, luego hay
que quedarse totalmente inmóvil. Pero
este silencio no es suficiente, porque para completarse requiere permanecer en
silencio mental.
El ejercicio del
silencio no consume energía por lo tanto permite mejorar nuestro trabajo mental
y físico.
El silencio es el
mejor sedante para los nervios y el cerebro, desarrolla la fuerza de voluntad,
domina la fuerza del pensamiento y el impulso del habla, incrementa la
paciencia y proporciona paz mental.
El silencio nos
ayuda a controlar emociones como la agresividad y la irritabilidad, nos llena
de calma, serenidad y alegría. En el silencio está la perfección y nuestro
verdadero yo.
Cuando logramos
transformarnos en personas moderadas para hablar y evitamos las discusiones vanas
es que hemos reconociendo el valor que tiene el silencio en nuestras vidas.
Hablar poco es la
virtud de los sabios.
Malena Lede -
Psicóloga
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