Los supersticiosos
son aquellos que creen que ciertas señales u objetos de la realidad tienen el poder mágico de augurar posibles daños o tener un significado oculto más allá de lo que normalmente representan y que determinados rituales azarosos pueden preservarlos
de sufrir esas posibles desgracias.
Muchos afirman no
ser supersticiosos pero evitan pasar por debajo de una escalera, levantarse con
el pie izquierdo, dejar la cartera en el piso, apoyar los zapatos sobre la mesa
o romper un espejo.
La superstición se
basa en el pensamiento mágico, porque la asociación de los acontecimientos significativos, no
responde a la lógica sino que pertenece a la imago popular desde épocas
muy remotas.
Antiguamente, la
superstición era una forma de interpretar la realidad y el intento de
controlarla. Posteriormente, la ciencia
fue descubriendo las causas de los fenómenos naturales y esas creencias
esotéricas fueron perdiendo vigencia y en el mejor de los casos dejadas de
lado.
Sin embargo, el
espíritu humano, frente a las situaciones de riesgo, puede seguir recurriendo a
estas creencias esotéricas que les dan una razón mágica a los hechos que le
generan ansiedad y dolor.
La visión del mundo
fatalista lleva a atribuir los acontecimientos al destino de cada uno, un designio de
nacimiento, algo imposible de cambiar aun utilizando activamente nuestro libre
albedrío.
Esta perspectiva de
la vida no deja lugar a la libertad de elección ni a la fuerza de voluntad,
porque si es que todos tenemos un destino marcado de nada nos sirve esforzarnos
para lograr algo.
Esta relación mágica
entre una causa y su efecto no tiene ningún fundamento más que el atribuido
alguna vez por alguien con la suficiente influencia grupal como para establecer
una ley universal a partir de un hecho azaroso que le ocurrió a él.
El pensamiento
mágico era propio del hombre primitivo que intentaba controlar la realidad con
todo tipo de rituales, como por ejemplo pretender ejercer influencia sobre los
fenómenos naturales, mejorar las cosechas, aumentar el caudal de lluvias o
curar enfermos.
Todavía hoy, en
algunas comunidades étnicas, los
chamanes o jefes de las tribus, continúan utilizando sus antiguos rituales para
solucionar conflictos o curar enfermos.
En esas regiones, el
poder sanador de los chamanes es utilizado por los médicos como complemento de
la cura, dada la popular creencia que existe en esas comunidades en la eficacia
de ese método y todos sabemos que la fe puede mover montañas.
Malena Lede -
Psicóloga
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