Las relaciones con
las suegras son siempre difíciles, sin embargo, con inteligencia emocional se
puede emprender el desafío de llevarse bien con ellas.
Tuve una suegra
difícil, principalmente porque se parecía mucho a mí, mandona, autosuficiente,
sabelotodo; sin embargo también la quise mucho porque me cuidó a mis hijos y
porque era una mujer de gran corazón, por eso al final me conquistó.
Tenía una gran
capacidad de trabajo y estaba siempre dispuesta para hacer cualquier cosa
bien. Se aguantaba estoicamente mis
desplantes y se esforzaba para ayudar.
Nunca vivió con
nosotros porque tuvo marido mucho tiempo y cuando quedó viuda vivió siempre
sola, primero en una casa afuera y luego en un departamento cerca de nosotros,
pero en ese tiempo ya era muy anciana y no salía sin compañía.
Por cuestiones de
trabajo vivimos unos cuantos años lejos, así que se quedó sola mucho tiempo,
porque mi esposo es único hijo y ella ya era viuda.
Yo era la que le
escribía porque mi marido no es bueno para eso y ella esperaba mis cartas, impaciente.
Los últimos años mi
suegra y mi mamá venían con nosotros a la quinta todos los fines de semana y era
tanto el entusiasmo que tenían, que los
lunes ya se estaban preparándose el bolso.
Vivió 101 años
siempre bastante sana; solamente el último año perdió la lucidez y tuvo que
vivir unos meses en un geriátrico.
Hice siempre lo
que quise, por supuesto respetando mis compromisos previos; y ni ella ni mi madre fueron un obstáculo, al contrario, dado mi firme
convicción, no tuvieron más remedio que alentarme..
Estoy convencida
que no son los otros los que nos hacen infelices sino que somos nosotros mismos
los responsables de nuestros infortunios, cuando decidimos proyectar en los
demás nuestra falta de decisión y la propia inoperancia.
No podemos
deshacernos de todos los que nos molestan, al contrario, el desafío es
aceptarlos como son porque definitivamente esa actitud es la que nos ayuda a
ser mejores personas y a crecer.
Malena Lede -
Psicóloga
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar de este espacio!
Ver Comentarios
Hola Malena, gracias por tu interesante post.
ResponderEliminarEn mi caso, debido a continuos comentarios y gestos feos y/o desafortunados de mis padres o familia en comparación con el trato recibido por mi hermano y cuñada, mi mujer ha empezado a odiar a mi familia y a no querer compartir su tiempo con ellos.
Frente a esta situación, donde reconozco que en ocasiones no he actuado con la firmeza necesaria para manifestar nuestro malestar, creo coincidir contigo en que lo mejor es perdonar, guardar la calma y restar importancia a esos asuntos.
No obstante, creo que no todo el mundo puede abstraerse y no irritarse en esas situaciones, lo que en especial ocurre a mi mujer (Y cada desplante no hace sino aumentar su odio y rencor hacia ellos y su incomprensión hacia mi modo tranquilo de actuar, lo que ya nos está generando problemas en casa)
Ante esta situación, como puedo lograr que una persona llena de odio, rencor y deseos de venganza se tranquilice, si no está dispuesta a perdonar ni a controlar sus emociones? Debería ir a un terapeuta?
Muchas gracias por tu consejo y un saludo
hola Javier, no puedes obligar a tu mujer a frecuentar a tu familia si no le agrada, puedes ir tu y que ella vaya donde le plazca. A ella no le importa continuar el trato porque no son su familia, pero tu puedes tener ganas de verlos y de continuar la relación. Recuerda que tu mujer está primero, luego tus hijos si los tienes, y en tercer lugar tu familia. No hay que perder el sentido de las prioridades para una mejor relación familiar, pero eso no quiere decir que tengas que renunciar a tus padres y hermanos. saludos, malena
ResponderEliminar