NO A LA CULPA SI A LA PROPIA RESPONSABILIDAD, Psicología Malena Lede




Todos tenemos en nuestras conciencias nuestro propio código de valores, que lamentablemente está cayendo en desuso, que puede ser una guía saludable para vivir y relacionarse mejor o convertirse en un implacable juez interno y transformarse en una pesada carga hasta la reparación de la  falta cometida.

Un sentimiento de culpa puede torturar a una persona muchos años, puede tratarse de una negligencia, de la falta de cumplimiento de un compromiso, de errores voluntarios, de daños provocados por no prestar atención, o por haber actuado en contra de los propios valores.

Ser debidamente responsable es lo deseable pero ser demasiado responsable puede hacernos muy infelices.

La realidad es que no podemos salvar ni evitar sufrimientos a todo el mundo, pero sí podemos ayudarnos a nosotros mismos dejando de ser tan omnipotentes.

El problema es que los demás se pueden aprovechar de los sentimientos culposos de una persona para manipularla, controlarla y usarla para sus propios fines.

Hay que tener presente que responsabilizar a los demás de las cosas que ocurren, es una estrategia efectiva que crea en esas personas la necesidad de una reparación aunque no les corresponda.

Hay que saber distinguir entre la propia responsabilidad y la responsabilidad de los demás y aprender a aceptar sólo el propio sentimiento de culpa y dejar que los otros hagan lo mismo.

La culpa esconde un sentimiento de poder, o sea creer que uno puede ser capaz de hacerse cargo de todo lo que pasa y cambiar el curso de los acontecimientos.

Sin embargo, nadie tiene ese poder y el hecho de darse cuenta de esa limitación, puede afectar la autoestima, tomar conciencia de la propia vulnerabilidad.

Somos responsables de nuestros actos y de nuestras decisiones pero no de los hechos ni de las situaciones provocadas por la voluntad de otros.

Si somos conscientes de haber cometido una falta necesitamos repararla, incluso de manera simbólica, por ejemplo, si la persona afectada ya ha fallecido; pidiéndole perdón con el pensamiento o rezando por ella.

Además, de nada sirve sentirse culpable por todos los males de este mundo, que no está en nuestras manos solucionar.  Es mejor asumir las responsabilidades que nos tocan de la mejor manera,  dando lo mejor de nosotros mismos.

Malena Lede - Psicóloga