Sebastián se mudó
con su familia a la casa de sus suegros.
Su esposa Romina no estaba de acuerdo, porque temía que la convivencia
con sus padres no fuera fácil, pero como les habían aumentado el alquiler, pensó
que si ese dinero lo ahorraban, tal vez, con el tiempo, la suma reunida podría
servir de adelanto para comprar una casa propia y eso bien valía un sacrificio
Los chicos están
contentos porque en el verano podrán disfrutar de la pileta y jugar en el
jardín con sus amigos y con el perro.
Pero los padres de
Romina se levantan temprano y de lunes a domingo prenden el televisor a todo
volumen para escuchar las noticias desde la cocina.
El tema de las
comidas también es controvertido porque todos tienen horas distintas para
desayunar, almorzar y cenar y la abuela tiene que estar todo el día en la
cocina.
Las compras se han
multiplicado y se hace difícil controlar los gastos. ¿A quién le corresponde hoy
pagar la cuenta del Supermercado?; porque ahora se han duplicado. Y lo que los deja boquiabiertos son las
cuentas de la luz, del gas, del cable, del teléfono fijo y de los impuestos.
Los abuelos viven a
lo grande porque pueden, pero los
jóvenes están en otra situación, no le dan tanta importancia a la comida y como
están poco en casa los gastos fijos son más bajos.
Este mes no
pudieron ahorrar, tal vez el mes que viene sea diferente, pero fue peor, porque
se usó la calefacción, la cuenta del gas y la luz fue mayor y la señora que
hace la limpieza aumentó.
Resumiendo, vivir
en casa de los abuelos es para ellos como estar en un hotel cinco estrellas y
el alquiler que pagaban por el departamento les sirve para pagar esa
diferencia.
Pero además perdieron
su libertad y su intimidad y tolerar sus quejas, porque los chicos entran a la cocina con los
pies embarrados, porque están muy desabrigados, porque sólo les gustan las hamburguesas
y las papas fritas, porque se acuestan tarde, porque se van a la escuela sin
desayunar, porque dicen malas palabras y no los reprenden y porque se pasan el
día con la computadora o con el teléfono.
Es difícil que dos
generaciones de muchos años de diferencia coincidan en algo, por eso, el
próximo fin de semana, Romina y Sebastián como prioridad uno, vuelven a buscar un
departamento para alquilar; porque aunque hubieran podido ahorrar, ni Romina ni
Sebastián estaban dispuestos a seguir viviendo con los abuelos de los chicos ni
un día más.
Malena Lede -
Psicóloga
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