FALSAS PROFECÍAS

No sólo el cine catástrofe se alimenta de falsas profecías, ya desde hace dos mil ochocientos años la humanidad se obsesionaba con el fin del mundo.

La más antigua data de 2800 a.de C., en una tablilla asiria se puede leer un errado vaticinio que utópicamente debía producirse en esos días.

634 años antes de Cristo, también los romanos temían el Apocalipsis y la destrucción de su ciudad.

En Turquía, en el siglo II después de C. la gente abandonó las ciudades donde presuntamente se produciría el regreso de Cristo y el fin de los tiempos.

En el año 365, el obispo y escritor francés Hilario de Poitiers, pronosticó la destrucción total del mundo; coincidiendo con la afirmación que también hizo en esa misma época San Martín de Tours.

En el siglo V, el mismo Papa creyó en el comienzo del Apocalipsis cuando la peste asolaba Roma.

Al terminar el primer milenio varias sectas pronosticaron el fin del mundo y como nada sucedió trasladaron el funesto hecho para el año 2000.

Para el año 1284; en el 666 aniversario del Islam, el Papa Inocencio predijo el fin de los tiempos y un siglo después una nueva peste negra fue interpretada como el inicio del Apocalipsis.

En 1524 los astrólogos aconsejaron a sus clientes refugiarse en lugares altos para salvarse del desastre final.

En 1533, también el matemático Michael Stifel arriesgó la hipótesis del juicio final; y el astrólogo Pierre Turrel fijó cuatro fechas del fin del mundo, 1537; 1544; 1801 y 1814.

Existen muchos otros augurios sobre el fin de los tiempos de personas fidedignas, como la que hace Cristóbal Colón en su “Libro de las Profecías”.

Sin embargo el mundo sigue andando, a pesar de las amenazas de los meteoritos, de las pestes, del Sida, del ébola, de la alineación de los planetas, de los desastres nucleares, de los cambios climáticos. Etc. Etc. Etc.

Como nosotros, el planeta también algún día morirá, como muere o se transforma toda la materia. Pero todavía faltan muchos miles de años, cuando ya el hombre haya conquistado otros planetas.

Creo que el sentimiento de fracaso es el que mueve a las personas megalómanas a pensar en el fin del mundo y a creer que el mundo también tiene que morir con ellas.


Malena Lede - Psicóloga

Fuente: Informe de la NASA