Estudios realizados
en universidades de Estados Unidos y también en China, dieron como resultado
que hacer algo aparentemente trivial, como volver a enhebrar una pulsera de
cuentas rota, puede mejorar el humor, siempre que esa tarea permita expresarse
en forma creativa o satisfaga de alguna manera.
Los psicólogos que
intervinieron en estos experimentos, por ejemplo, dieron a elegir a los
participantes estar quince minutos sin hacer nada o enhebrar una pulsera de
cuentas; la mayor parte de ellos prefirió estar ocupado rehaciendo la pulsera pero
siempre que pudieran hacerlo a su gusto.
Se realizaron otras
experiencias similares y ocurrió lo mismo.
El experimento
mostró que una actividad que da la posibilidad de ser creativo o que recompensa
de alguna forma se prefiere antes de no hacer nada.
La prueba reveló después
de realizada la experiencia, que los probandos que eligieron realizar una
actividad que los motivara se sintieron, en proporción, de mejor humor que el
grupo control que no hizo nada.
Esta experiencia
nos enseña que cuando tenemos que esperar por algún motivo, en una sala de
espera o en una cola, es mejor llevarse
un libro y si nos encontramos en la situación de “hacer tiempo” mejor que estar
inactivo mirando el reloj es ponerse a realizar cualquier tarea sencilla.
En general, la
gente es muy impaciente, algunos directamente no pueden esperar en ningún sitio
porque se ponen ansiosos y hasta pueden sufrir un ataque de pánico.
Las personas
inactivas que creen que se sienten limitados para hacer alguna actividad que
les gusta, en realidad les cuesta entrar en acción para decidirse a intentar
algo nuevo, porque siempre resulta más fácil para entretenerse, abrir la heladera para buscar algo rico,
fumar, tomar alcohol o ver cualquier cosa por televisión sin elegir nada.
Por eso, cuando sienten
que su humor comienza a cambiar y que no encuentran nada que los entusiasme, la
señal de peligro de caer en una depresión se enciende.
La tendencia de las
personas que se encuentran en esta situación es proyectar su frustración echándole
la culpa a otros, porque se sienten solas, creen que no pueden hacer nada y no pueden
conectarse con ningún nuevo interés.
Cualquier tarea,
aún la más rutinaria y aparentemente aburrida puede convertirse en la
posibilidad de ser creativo. Cocinar,
por ejemplo, puede vivirse como una condena si una persona se limita a hacer lo
mismo todos los días o un arte si se atreve a ser creativa.
Malena Lede -
Psicóloga
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