El avance de la
tecnología amenaza con dejar sin trabajo a miles de personas en los países más
desarrollados; principalmente a aquellos que realizan tareas rutinarias con
ingresos bajos.
El os, como recepcionistas, oficinistas y otras ocupaciones
actualmente a cargo de personal subalterno.
Sin embargo, no
siempre una nueva tecnología tiene éxito; a lo largo de la historia, algunos
inventos, que parecían revolucionarios, no prosperaron por cuestiones
económicas o sociales o porque por distintas razones resultaron ineficaces.
Así como está en
peligro la mano de obra que hoy está reemplazando las máquinas, sucede lo
contrario con los trabajos que exigen habilidades especiales, porque no se
consigue personal para manejar esas máquinas.
La búsqueda del
equilibrio debería centrarse en instruir adecuadamente a las próximas
generaciones para satisfacer la demanda laboral que se necesita para la
aplicación de la nueva tecnología.
Los trabajos
manuales que no puedan ser reemplazados por máquinas costarán fortunas, porque obviamente
serán muy pocos los que se dedicarán a esas tareas.
Adaptarse a los
cambios tecnológicos siempre ha sido muy cruento para la humanidad, sin
embargo, a la larga beneficiaron a todos.
La revolución
industrial fue el fin de una época y trajo como consecuencia el reemplazo del
trabajo artesanal por la línea de montaje; un cambio que provocó el final de los
oficios pero que también fue el inicio del trabajo en las fábricas a gran
escala.
La nueva tecnología
impone que la educación formal de niños y jóvenes incluya desde la escuela
primaria la adquisición de los conocimientos necesarios para poder responder a la
demanda laboral futura.
Una nueva
tecnología produce la pérdida de antiguos puestos de trabajo pero también es la
fuente de nuevas necesidades laborales. La clave es aprender a dominarla y adaptarse a
ella.
Malena Lede -
Psicóloga
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