Ali Caran era un hombre común que vivía con su
esposa y doce hijos en los suburbios de Marruecos.
Se ganaba la vida sentado sobre una alfombra en el
piso de una calle peatonal donde funcionaba una feria callejera.
Allí se quedaba inmóvil durante horas para ganar un
pequeño sustento gracias a la generosidad de los transeúntes que se acercaban
para sacarle fotografías como una curiosidad más de ese lugar.
Mantenerse quieto todo el día le permitía mantener a su familia, sin embargo,
después de algunos años, se cansó de ese trabajo y se atrevió a añadirle una novedad introduciendo
un pequeño cambio para entretenerse.
Cada vez que se acercaba alguien, sin pensarlo
demasiado, le decía una sencilla frase, bastante obvia que le podía resultar igualmente
útil a cualquiera.
-“Trate mejor a su mujer”; “Cuide su trabajo”; “No
descuide a sus hijos”; “Evite riesgos inútiles”; y otras frases como esas que
provocaban curiosidad en la gente y hacía que muchos más se acercaran.
Pronto llegó a contar con un nutrido público, no
sólo para sacarle fotografías sino también para saber lo que les decía.
Sus frases cobraron tanta notoriedad que la gente
solía hacer largas colas para escuchar sus consejos que curiosamente consideraban
muy sabios.
Alí Caran se especializó de tal forma en esa tarea
que su presencia producía verdaderas aglomeraciones, lo que lo obligó a
alquilar un local para atender y a contratar una secretaria para que mantuviera
el orden.
Tuvo tanto éxito que en poco tiempo logró ganar buen
dinero con sólo atreverse a hacer un cambio a su aburrida rutina.
Todos tenemos la posibilidad de cambiar si logramos
vencer la inercia y estamos dispuestos a enfrentar algún riesgo para salir de
la aparente comodidad de lo conocido; porque es la transformación la que nos
permite experimentar una vida llena de matices.
Malena Lede - Psicóloga
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