El escándalo social se produce cuando se trasgreden
las reglas sociales, sin embargo, aunque el trasgresor deba sufrir una condena
por sus actos, esa conducta imprudente lo puede ayudar a ser admirado y a
trascender el anonimato.
Son muchas las personas que sienten atracción por las
tragedias, conocer los pormenores de los asesinatos, de los accidentes de
tránsito, de los robos millonarios y de las calamidades que producen las
catástrofes.
La paradoja es que aunque se trate de hechos
lamentables, existe un interés casi morboso en conocer los detalles.
Todos sabemos que los diarios venden noticias de
primera plana y las revistas lo que muestran sus tapas; que cuanto más espeluznantes, atrevidas e
inesperadas sean mayor será la tirada.
No se puede desmentir el hecho indudable de que lo
que la mayor parte de la gente prefiere consumir son los acontecimientos
ingratos, tal vez para desquitarse de tener que soportar su propia vida
monótona.
¿Por qué a la mayoría le atraen estas noticias?
¿Para tener algo de qué hablar? ¿para criticar y creerse diferentes?; ¿para juzgar lo que hacen los otros por lo que
dicen los diarios? ¿para entretenerse? ¿para poder evadir los propios
problemas? o ¿para sentirse mejor
consigo mismos cuando se sienten frustrados?
Es cierto que es más fácil sentirse mejor y
recuperar el equilibrio viendo fracasar a los demás; pero el fracaso de los
otros no justifica el propio fracaso, ni
logra mitigar la culpa por sentirse fracasado.
La gente se identifica con el héroe aunque se atreva
a patear el tablero, a cuestionar lo establecido y hasta a apropiarse de lo
ajeno
Sin embargo, el que delinque está equivocado, cree
que el camino corto es mejor que el más largo, que podrá burlar la ley y que
después podrá vivir tranquilo.
No sabe que el peor y más implacable juez que existe
es uno mismo.
Malena Lede - Psicóloga
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