STEVE JOB FUE ADOPTADO AL NACER - Psicóloga Malena Lede




Steve Job fue fruto de una relación informal entre dos jóvenes universitarios que lo dieron en adopción al nacer, y ni siquiera lleva el apellido de sus padres biológicos.

Este origen siempre influye en el desarrollo del carácter de una persona y en la formación de la personalidad, aunque su familia de adopción le haya proporcionado cuidados, afecto y la oportunidad de una formación adecuada.

En efecto, según sus biógrafos, Steve no se destacaba por tener buen carácter y muchos que lo conocían reconocían que era bastante común su malhumor y su amargado estado de ánimo.

Tuvo oportunidad de dedicarse a la informática en sus comienzos y a los 26 años, junto con un amigo, en el garaje de su casa fundó Apple en 1976.

Gracias al ingenio de ambos se convirtieron en millonarios, situación que se afianzó cuando lograron desarrollar el primer ordenador personal que se vendería fácilmente en todo el mundo.

Desde el punto de vista psicológico, una buena motivación es lo que una persona necesita para desear destacarse de alguna forma y lograr objetivos que parecen inalcanzables;  y obviamente no se puede negar que su condición fue el motor que lo impulsaba a demostrar de esa forma que valía.

Hoy en día Apple es la primera y más valiosa compañía que cotiza en bolsa y su valor asciende a un billón de dólares, una cifra que es casi imposible imaginar.

Lamentablemente, cuando la vida le estaba otorgando la gran satisfacción de superar a sus más duros competidores, enfermó de cáncer de páncreas y falleció a los 56 años.

El páncreas, entre otras funciones, es el órgano encargado de metabolizar lo dulce, por lo que si extrapolamos esa función a nivel psicológico coincide con su característica de personalidad y su negativo punto de vista de las cosas.

La mayor parte de esa fortuna proviene de su participación en Disney que lo convirtió en su mayor accionista.

Como el dinero no es sinónimo de felicidad, tampoco fue suficiente para lograr un cambio en su manera de ser ni en su carácter.

Además, cuando se alcanza la cúspide del éxito lo que queda es la atroz sensación de no tener más nada que desear ni qué hacer.