Mentes saludables en cerebros seniles



La conciencia a veces parece no coincidir con los marcadores biológicos y tener el poder de mantenerse al margen de ellos.
En Norteamérica se realizó una investigación en el convento de Notre Dame, en el participaron una cantidad de monjas de más de ochenta años, entre un grupo con bajo promedio de enfermedad de Azehimer.

Una vez por año eran sometidas a una evaluación cognitiva. La madre superiora, que también participaba en la prueba y que obtenía periodicamente resultados cognitivos normales, donó su cerebro para que fuera estudiado por científicos.

Después de fallecida, se procedió al análisis de su cerebro y los médicos que participaron se encontraron con una gran sorpresa.

Su cerebro presentaba marcadores biológicos de la enfermedad de Alzehimer, aunque ella jamás había presentado ningún síntoma de ese mal.

La pregunta que se formularon los investigadores era cómo era posible que no experimentara ningún síntoma si su cerebro estaba tan enfermo.

La respuesta posible fue que la madre superiora tenía una vida plena de estimulación cognitiva, participaba en debates políticos, artísticos y literarios, todos factores que se presume retrasan o evitan la aparición de los síntomas del Alzehimer.

También se conocen otros estudios de cerebro en personas con edad avanzada fallecidas, que no presentaban marcadores cerebrales degenerativos pero que sin embargo, en vida, acusaban seria discapacidad, depresión y disminución de funciones.

A partir de estos nuevos descubrimientos, los científicos comenzaron a valorar la ejercitación cognitiva, el cuidado de la vida emocional y la actividad física, como elementos indispensables para mantener la lucidez cerebral, teniendo en cuenta que las expectativas de vida aumentan y es necesario en todo sentido, evitar en lo posible el desarrollo de enfermedades degenerativas que produzcan discapacidad y pérdida de calidad de vida.

Las funciones cerebrales tienden a mantenerse en mejores condiciones cuando se realizan actividades que exigen esfuerzo intelectual, o sea, cuando aún se busca cambiar, aprender y cuando no se temen los nuevos desafíos; evitando la vida sedentaria y continuando una vida social activa, todas condiciones que caracterizan a la gente joven y que suele perderse con el paso de los años.

El ejercicio regular contribuye a mantener la mente joven porque estimula la región de los lóbulos frontales, relacionados con la atención y otras funciones cerebrales importantes.

La vida emocional estable también es una condición necesaria para ayudar a preservar la memoria, por lo que es recomendable planificar el tiempo libre, disfrutar de la naturaleza y de las relaciones personales y estar en contacto con gente de todas las edades.

Fuente: Revista "Sophia", nota de Teresa Torralva, Jefa de Neuropsicología del Instituto de Neurociencias Cognitivas(INECO) y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.