La Suerte y la mala suerte


Ben Dupré, en su libro “50 cosas que hay que saber sobre Filosofía”,  se pregunta si es malo tener mala suerte y si es bueno tener suerte y lo ilustra con una historia:
Dos amigos se encuentran en un bar y beben hasta la hora de cierre del local.
Uno de ellos regresa a su casa en su auto sin problemas, pero el otro no puede esquivar a un peatón, lo arrolla y lo mata.
Los dos actuaron en forma irresponsable pero sólo uno de ellos tendrá que pagar caro el haber manejado en estado de ebriedad.
Se podría decir a simple vista que uno tuvo suerte y el otro,  mala suerte;  si se considera  que la suerte es el único factor que parece explicar el resultado de un mismo comportamiento.
En todo acto irresponsable existe alta probabilidad de que se produzca una consecuencia negativa.
En este caso, el porcentaje de probabilidades de que ocurriera un accidente de cualquier tipo era alto para ambos, pero no considero que sea la suerte el factor que determinó este desenlace sino una cadena de causas anteriores que se combinaron armoniosamente para que se produjera ese suceso.
Si consideramos que todo individuo en una misma situación actúa de la misma forma, estamos negando que existan las diferencias individuales y si eso es cierto, o sea, que todas las personas piensan lo mismo, se relacionan de la misma manera y viven las cosas de la misma forma, entonces sí la suerte podría ser el único factor que puede explicar el resultado de sus acciones.
Pero el caso es que las personas son todas diferentes, viven las experiencias de distinta manera, tienen una forma distinta de ver el mundo y una forma de ser y de relacionarse únicas
Hay personas que en estado de ebriedad son capaces de conducir un automóvil sin provocar un accidente y otras que con sólo unas copas producen un choque, por lo tanto, en este caso particular me inclino a pensar que pueden existir razones de más peso que la suerte que pudieron haber provocado el accidente.
Uno de los efectos del alcohol es que actúa sobre las inhibiciones.  En general las personas alcoholizadas suelen cometer actos que tal vez no harían estando sobrios.
Sin embargo, no todas las personas pierden sus inhibiciones de la misma forma.
Es común que un alcohólico llegue a su casa y comience a discutir con su mujer y la golpee, pero no todos los alcohólicos hacen lo mismo; porque su conducta dependerá de su personalidad, de su educación, de la relación que tenga con su mujer, de su situación existencial, su filosofía de la vida,  etc.
Aún en estado de ebriedad existe un residuo de conciencia que no se pierde y en última instancia el alcohol no es la única razón para cometer un asesinato.
Freud decía que todo accidente es deliberado, toda muerte un suicidio y todo encuentro una cita y desde mi punto de vista tenía razón.
En primer lugar hay que preguntarse por qué una persona necesita tomar alcohol hasta embriagarse.  Qué es lo que está mal en su vida que necesita del alcohol para seguir adelante. Luego, cómo se atreve a manejar estando ebrio, aunque sea un experto en manejo.
Porque un acontecimiento no es el efecto de una sola causa, es el desenlace de una larga cadena de sucesos que se sincronizan para llegar a producir una consecuencia perfectamente lógica, donde la suerte, o la mala suerte, si es que realmente existen,  no tienen ninguna oportunidad de desempeñar ningún papel.
El drama por lo general, es el resultado de una caída en picada, perfectamente orientada hacia un final autodestructivo,  elaborado para engañarse a uno mismo.
Los dos estaban ebrios, pero los dos eran diferentes y tenían vidas diferentes. 
Es el bien el que favorece la suerte y el mal, la mala suerte, y no al revés.