El carácter violento





Todo individuo tiene un carácter y un temperamento y ambos constituyen su personalidad.

El temperamento es el componente fisiológico y en gran parte hereditario de los rasgos afectivo-dinámicos; en cuanto al carácter designa también esos rasgos del temperamento más la construcción progresiva resultante de la acción de la experiencia personal y del medio.

El carácter representa la forma concreta y también cambiante del modo de ser, mientras el temperamento es la estructura más fija que sostiene el desarrollo del carácter.

La personalidad constituye la organización relativamente estable que se mantiene más o menos igual a lo largo de la vida de un individuo.

El temperamento que es innato no se puede cambiar; pero el carácter, que es adquirido, sí se puede modificar.

El carácter violento se relaciona con la dificultad para postergar y con la necesidad de obtener satisfacción inmediata.

Estas personas suelen ser muy inconstantes e inestables en sus preferencias, o sea que pueden entusiasmarse fácilmente con alguien pero rápidamente pueden llegar a denigrarlo.

Son usualmente nerviosas y se comportan en forma impulsiva y violenta, pueden ser quisquillosas, gastadoras, vanidosas y contradictorias y necesitar diversión y cambios; mostrarse autoritarios y ser ambiciosos de honores y de consideraciones especiales.

El carácter violento es colérico y apasionado y dentro de la tipología de Kretschmer, corresponde al tipo atlético.

El tipo atlético, desde este marco teórico, supera a los otros tipos de personalidad en actos de violencia, en materia de propiedad y de costumbres y en delitos que suponen violencia.

Para las teorías conductistas en cambio, las personas son concebidas como una tabula rasa sin ningún factor innato preexistente y la personalidad es puro aprendizaje, un conjunto de hábitos adquiridos.

Desde esta perspectiva, una falla de carácter podría modificarse desaprendiendo el hábito que se considera perjudicial para el sujeto y aprendiendo otro en su lugar más adaptativo y eficaz para relacionarse.

En efecto, esto es lo que hacen los teóricos del aprendizaje con los malos hábitos como por ejemplo las conductas adictivas.

En cuanto a las conductas violentas, en las cárceles suele ser eficaz el deporte, el desarrollo del intelecto y la fe.

La violencia doméstica es común en parejas cuyas personalidades se complementan. Uno es sádico y el otro es masoquista y ambos integran una relación enferma que en casos límite no es raro que termine en una tragedia.

Las mujeres que pudieron liberarse de una relación violenta, si vuelven a tener otra pareja lo más probable es que elijan a alguien con las mismas características que su pareja anterior aunque su vida haya sido un tormento; porque es un modo de relación aprendido en la infancia a partir de los vínculos con las personas más significativas.

Si en cambio, logran formalizar una relación más sana con alguien que es bondadoso y que las ama, se pueden llegar a aburrir y extrañar el vínculo tormentoso que tuvieron.

Fuente: “La estructura de la personalidad”; Joseph Nuttin.