Creo que ya no quiero a mi pareja


El problema de las dudas en el amor es que se trata de una situación ambivalente, porque por un lado todavía existen sentimientos hacia el otro y por otro se siente confusión, la atracción ha desaparecido y ha dado lugar a una sensación de disgusto y tensión permanente.

Uno puede enamorarse rápido pero cuando ese estado de enamoramiento se va esfumando y termina desapareciendo, cuesta tomar la decisión, porque no se desea causar dolor al otro. Sin embargo, no se tiene en cuenta el propio sufrimiento, porque cuando no hay más amor la vida puede convertirse en un infierno.

En muchos casos se convierte en una sucesión de idas y vueltas, de rompimientos y reconciliaciones que no modifican nada porque las peleas y las discusiones no terminan y ambos continúan haciéndose daño mutuamente.

A veces puede haber violencia y es cuando se produce la paradoja de terminar las peleas haciendo el amor, respuesta que asocia la violencia con el placer y que luego hace que las relaciones sexuales sean sadomasoquistas, o sea, que necesitan de la violencia para ser placenteras.

Cuando el amor romántico ha desaparecido, eso no es motivo para odiarse. Ambos han disfrutado de él mientras duró y ahora ambos tienen que aceptar que terminó.

Solamente cuando se ama con madurez, el amor se eleva de la simple atracción sexual porque se ha aprendido a conectarse con el otro en forma total y ya no hay más peleas ni discusiones porque existe comprensión y aceptación del otro como es.

Una persona puede enamorarse perdidamente como si hubiera contraído una enfermedad, pero el amor no es eso, el amor verdadero se construye día a día con el propio esfuerzo.

Si no es amor verdadero, aunque represente un conflicto y haya lágrimas, mejor será que cuando sobrevenga el aburrimiento termine de raíz y se pueda tener la fortaleza y el coraje suficiente como tomar esa decisión.

Enamorarse es una cuestión biológica, pero amar es algo espiritual, es darse libertad uno al otro, es estar tranquilo y cómodo, es no tener que actuar y poder ser uno mismo, es dejar que el otro sea como es.

Cuando el amor es más que una atracción instintiva, se otorga al otro su propio espacio, no se invade su propio territorio y no existe la sensación de ser un esclavo; la sensación de libertad en el amor hace completamente innecesaria la separación y despeja cualquier duda.

Pero si hemos caído de cabeza en una relación amorosa arrolladora, en honor a los momentos gratos vividos la despedida debería ser, por lo menos, amistosa y digna de personas civilizadas, sin rencor y resentimientos.

Un rompimiento amoroso debería transformarse en una sincera amistad; de manera que no quedara ningún sentimiento negativo sino un afecto verdadero; y si tuvieron hijos, no cargarán a los hijos de culpa y los dejarán que los amen a los dos.

Puede haber amor verdadero y no haber sexo, porque no hay necesidad de continuar teniendo relaciones sexuales siempre si la necesidad ha disminuido por la edad; porque llega el momento en que el sexo trasciende la necesidad biológica y se convierte en una forma de comunicación, de estar juntos, de expresar la profundidad de los sentimientos.

Cuando un integrante de la pareja ha dejado de amar, el otro también siente algo parecido, la diferencia puede hacerla el orgullo herido y la pérdida de autoestima, pero la verdad es que ambos en alguna medida se sienten aburridos.

A veces se trata del temor a quedarse solo, del miedo a lo desconocido, lo que hace que se quiera forzar al otro a amar sin ganas, pero no se pueden forzar los sentimientos y lo mejor es aceptar la realidad y dejarlo ir.

Malena Lede (Psicóloga)

Fuente: “El libro del sexo”; Osho.