Terapia cognitiva para el insomnio


El psicólogo Michael Schredl, profesor de psicología en la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Mannheim, doctorado en investigación sobre el sueño; trabaja en el tratamiento de las pesadillas y en la búsqueda de la relación que existe entre el estrés, el sueño y la memoria.

En función a los resultados obtenidos en su investigación sobre la inquietud nocturna y otros problemas del sueño, recomienda un entrenamiento cognitivo específico como tratamiento.

Según muestran sus estudios sobre este tema, en los trastornos del sueño intervienen tres factores: el estrés; la predisposición genética (que influye en el modo de manejar las situaciones difíciles); y los procesos de aprendizaje.

Existen muchas circunstancias en la vida generadoras de estrés, como por ejemplo, los problemas laborales, las pérdidas, las enfermedades graves, las dificultades económicas u otras experiencias emocionales.

La preocupación por la falta de sueño puede crear un círculo vicioso (no duermo porque estoy preocupado y me preocupa no poder dormir) y hacer que este trastorno se vuelva crónico y se convierta en un mal hábito.

El doctor Schredl recomienda buscar ayuda terapéutica cuando las dificultades para dormir duran más de cuatro semanas, sin embargo, la mayoría suele consultar mucho tiempo después.

Afirma que es importante realizar un buen diagnóstico en cada caso, y con respecto al tratamiento, si es necesario, controlar durante dos noches el sueño del paciente, registrando sus ciclos de sueño, sus movimientos y su actividad respiratoria.

Por supuesto, la conducta del sueño durante este registro será diferente a la que el individuo tiene habitualmente, por lo que también se le pedirá que detalle cómo descansa durante las noches, la hora en que se va a dormir, el tiempo que necesita para dormirse y la magnitud de los intervalos en que permanece despierto; para poder conocer de ese modo los hábitos que deberá corregir.

El tratamiento cognitivo conductual tiene una duración aproximada de ocho a quince sesiones, durante las cuales los pacientes son entrenados para aprender las habilidades de un buen dormir.

Una de las técnicas principales consiste en restringir el sueño, debiendo permanecer los pacientes cinco horas recostados tratando de mantenerse despiertos. Esta restricción del sueño genera mucho sueño y lo vuelve cada vez más profundo.

Después de dos semanas de tratamiento los pacientes adquieren el nuevo ritmo de sueño, el cual se va prolongando quince minutos por día, durante el resto del tiempo que dura la terapia.

Casi un setenta por ciento de los pacientes responden favorablemente a esta técnica, logrando mejorar notablemente su descanso.

Para los que no logran este resultado, se implementa el método de relajación muscular progresiva, y dejando pasar los pensamientos sin detenerse a reflexionar sobre ellos.

Otra forma de encarar este tratamiento es tratando de modificar las ideas sobre el tema de no poder dormir, como “tengo que dormir para poder rendir”; “me enfermaré si no duermo”, etc., y aprender a desarrollar un razonamiento alternativo, como por ejemplo: "no importa si no duermo", "no provoca graves consecuencias tener una mala noche", "me voy a dedicar sólo a descansar", etc., todas ideas que tranquilizan y no provocan preocupación o angustia.

Cuando estos métodos no dan resultado o cuando los pacientes lo piden expresamente, los médicos recetan psicofármacos. Pero los remedios para dormir tienen contraindicaciones tanto psicológicas como fisiológicas. Por ejemplo, las benzodiacepinas son adictivas, por lo que no deben suministrarse por más de cuatro semanas; y además, pueden alterar el funcionamiento del cerebro.

Una alternativa eficaz son los antidepresivos sedantes que no provocan dependencia, aunque en algunas personas pueden ocasionar cansancio y sueño matutino.

Cualquier persona puede realizar la práctica cognitiva señalada, por su cuenta, aplicando las distintas técnica mencionadas, o sea la restricción del sueño, tener un estricto horario para acostarse y levantarse, realizar la relajación muscular y tomar conciencia de que no poder dormir una noche no es tan grave porque seguramente la noche siguiente será mucho mejor.

Dormir es un estado no voluntario que no se puede lograr haciendo un esfuerzo; al contrario, toda intención de dormir aleja al sueño. Por esta razón, es recomendable relajarse físicamente y psicológicamente al acostarse por las noches, estando dispuestos a descansar y sin pensar que necesariamente se tienen que dormir.

El cuerpo solo se rendirá ante el cansancio, y ante la ausencia de preocupación y de estímulos .
Malena

Fuente: “Mente y Cerebro”; “Investigación y Ciencia”; No.57/2012; “El sueño no puede inducirse en forma intencionada”; entrevista con el psicólogo Michael Schredl, realizada por Anna Hopffgarten.