La Presencia del padre


La figura del padre, para un hijo, es una necesidad constante, tanto estando presente como ausente.

Un padre tiene nueve meses para habituarse a la idea de su nuevo rol y una vez que nace, si ama a su hijo y quiere lo mejor para él, tendrá que compartir todos los momentos que pueda, los silencios, haciendo nada y aún los aburrimientos.

Todo hijo desea la atención de su padre, ser observado por él y a la vez que él le permita imitarlo en todo.

Un padre tiene que prepararse para atender a su hijo, cargarlo en brazos, darle de comer y eso le proporcionará una gran tranquilidad y satisfacción y para su hijo será la base de su confianza en sí mismo y de su seguridad.

A través de esas pequeñas atenciones hacia su hijo, ambos podrán reconocerse mutuamente y comenzar a crear un fuerte vínculo.

El hecho de tener que trabajar para su sostén hoy no es una excusa para la ausencia del padre, porque la madre también trabaja y sin embargo toda madre, aún la más ocupada, se hace tiempo para estar presente para su hijo.

Un padre deberá comprender a su mujer después de haber parido, porque ella se sentirá diferente, tal vez triste por ya no tener a su bebé en la panza, viviendo su primer desprendimiento para entregarlo a la vida.

Tal vez un padre se sienta en un primer momento abandonado, relegado a segundo lugar, vencido por ese diminuto ser tan demandante que se atrevió a invadir la intimidad de la pareja y con el pretexto de su vulnerabilidad ocupar el primer lugar en el pensamiento de su madre.

Sin embargo, ese padre deberá entender, que a pesar de todo, tiene que permanecer firme cerca de su hijo sin condiciones, dejando de lado sus propias reacciones y sentimientos y todos sus miedos para entregarle su amor con generosidad y sin celos.

El instinto de padre nace con la proximidad de su hijo, eso no es privativo de la madre, es también su derecho y esa oportunidad se pierde y no tiene retorno.

Algunos padres viven la paternidad como un martirio, les molesta la repentina aparición de ese pequeño desconocido que revoluciona la casa, que cambia todo y que lo obliga a compartir el amor de su madre.

Entonces hacen lo que pueden, se llenan de trabajo, inventan viajes, hasta pueden tener aventuras extramatrimoniales para que los hagan sentir más atractivos y jóvenes.

Un bebé necesita tanto a su padre como a su madre y si la madre, frente a la ausencia del padre pretende ocupar los dos roles, lejos de ser mejor para su hijo le hará un gran daño que repercutirá en su desarrollo para siempre.

Nadie puede reemplazar a un padre, ni siquiera el mejor de los padrastros si el verdadero padre está ausente, porque en este caso su rol será distinto.

Malena.

Fuente: “Hombres en la dulce espera”; Sergio Sinay