Publicado el 2013/08/21 por Psicóloga Malena Lede
La Presencia del padre
La figura del padre, para un hijo, es una necesidad constante, tanto estando presente como ausente.
Un padre tiene nueve meses para habituarse a la idea de su nuevo rol y una vez que nace, si ama a su hijo y quiere lo mejor para él, tendrá que compartir todos los momentos que pueda, los silencios, haciendo nada y aún los aburrimientos.
Todo hijo desea la atención de su padre, ser observado por él y a la vez que él le permita imitarlo en todo.
Un padre tiene que prepararse para atender a su hijo, cargarlo en brazos, darle de comer y eso le proporcionará una gran tranquilidad y satisfacción y para su hijo será la base de su confianza en sí mismo y de su seguridad.
A través de esas pequeñas atenciones hacia su hijo, ambos podrán reconocerse mutuamente y comenzar a crear un fuerte vínculo.
El hecho de tener que trabajar para su sostén hoy no es una excusa para la ausencia del padre, porque la madre también trabaja y sin embargo toda madre, aún la más ocupada, se hace tiempo para estar presente para su hijo.
Un padre deberá comprender a su mujer después de haber parido, porque ella se sentirá diferente, tal vez triste por ya no tener a su bebé en la panza, viviendo su primer desprendimiento para entregarlo a la vida.
Tal vez un padre se sienta en un primer momento abandonado, relegado a segundo lugar, vencido por ese diminuto ser tan demandante que se atrevió a invadir la intimidad de la pareja y con el pretexto de su vulnerabilidad ocupar el primer lugar en el pensamiento de su madre.
Sin embargo, ese padre deberá entender, que a pesar de todo, tiene que permanecer firme cerca de su hijo sin condiciones, dejando de lado sus propias reacciones y sentimientos y todos sus miedos para entregarle su amor con generosidad y sin celos.
El instinto de padre nace con la proximidad de su hijo, eso no es privativo de la madre, es también su derecho y esa oportunidad se pierde y no tiene retorno.
Algunos padres viven la paternidad como un martirio, les molesta la repentina aparición de ese pequeño desconocido que revoluciona la casa, que cambia todo y que lo obliga a compartir el amor de su madre.
Entonces hacen lo que pueden, se llenan de trabajo, inventan viajes, hasta pueden tener aventuras extramatrimoniales para que los hagan sentir más atractivos y jóvenes.
Un bebé necesita tanto a su padre como a su madre y si la madre, frente a la ausencia del padre pretende ocupar los dos roles, lejos de ser mejor para su hijo le hará un gran daño que repercutirá en su desarrollo para siempre.
Nadie puede reemplazar a un padre, ni siquiera el mejor de los padrastros si el verdadero padre está ausente, porque en este caso su rol será distinto.
Malena.
Fuente: “Hombres en la dulce espera”; Sergio Sinay
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