El estrés y sus huellas genéticas


Las respuestas de las personas al estrés no son iguales, algunas desarrollan enfermedades o problemas psicológicos y otras tienen mayor capacidad de adaptación a las situaciones de estrés.

Esta diferencia puede deberse a los mecanismos epigenéticos, o sea a las alteraciones moleculares que sufren los genes durante el desarrollo embrionario, debido a las experiencias vividas, que modifican los genes sin cambiar la información que contienen.

Algunas investigaciones muestran que una nueva generación podría resultar afectada debido a los cambios epigenéticos.

El estrés puede producir cambios adaptativos pero también perjudiciales para la salud física y mental.

Experiencias de laboratorio con ratones muestran que los que han sido sometidos a estrés generan crías machos más audaces y con más estrés y las hembras, si han recibido pocas atenciones de sus madres, son más sensibles al estrés, son menos audaces y se preocupan menos de sus crías; y es probable que en los humanos ocurra lo mismo.

Aún no ha sido probado científicamente que los cambios epigenéticos producen modificaciones en los espermatozoides.

No obstante, los casos de depresión siguen aumentando y el treinta por ciento de ausentismo en todo el mundo se debe a enfermedades psiquiátricas que se agravan por el estrés crónico.

Este porcentaje es un diez por ciento más alto en las sociedades altamente desarrolladas en las cuales el estrés tóxico ha llegado para quedarse, debido a la mayor competencia y el incremento de las exigencias que una economía global en constante ascenso, demanda.

Aunque individualmente las personas que pertenecen a una gran ciudad intenten implementar técnicas para disminuir el estrés, el ambiente en el que se desenvuelven no las ayuda. El aumento cada vez nutrido del tránsito, la velocidad, el apuro, la falta de tiempo, las expectativas cada vez más ambiciosas, las necesidades que generan la nueva tecnología, el uso de las drogas y el alcohol, la pérdida de los ritmos biológicos del sueño y de las comidas; la frustración laboral y vocacional y el aislamiento que produce una vida vivida solamente para trabajar; influyen para neutralizar cualquier iniciativa que tienda a mantener la calma y la tranquilidad y evite los estragos que produce el estrés.

Malena
Fuente: “Nature”; Vol.490, 10/2012