La
flora microbiana intestinal protege de enfermedades, favorece el bienestar del
cuerpo y ahora también parece aportar equilibrio psíquico e influir en el estado de ánimo.
Emeran
Mayer de la Universidad de California en Los Ángeles, uno de los más destacados
científicos en Neurogastroenterología (ciencia que relaciona los problemas
digestivos con la psique), en 2011 publicó un artículo en el que afirmaba que
los microbios intestinales emiten señales químicas que pueden modificar la
memoria y aún los sentimientos.
Este
vínculo entre las bacterias de la microbiótica intestinal con el estado de la
psique y con todo el cuerpo se está haciendo cada vez más notorio.
Las señales que emiten estos microorganismos unicelulares y que reciben miles de neuronas, son
transmitidas por el nervio vago al cerebro.
Por otro lado, la flora microbiana influye también en los procesos
inflamatorios.
Emeran
Mayer confía en que si se comprueba científicamente que existe una relación
entre la flora intestinal y los problemas psíquicos se podrían encarar
tratamientos por ese medio. Pero
lamentablemente, las investigaciones realizadas en humanos aún resultan
insuficientes como para ser tan optimistas.
Por
ahora han surgido algunos indicios que revelan que por ejemplo, niños con
autismo suelen tener una flora microbiana intestinal alterada; y pacientes con
fatiga crónica presentan características parecidas.
La información entre el intestino y el cerebro es de ambos lados lo que hace difícil discriminar dónde está la causa y dónde el efecto; si son las
bacterias intestinales las que influyen en el cerebro o si es el cerebro el que
emite los mensajes químicos que regulan los microorganismos intestinales. Además, no hay que olvidar que las personas que sufren depresión o fatiga
crónica suelen alimentarse en forma diferente a las sanas, lo que podría
indicar que la alteración de la flora microbiana sería el efecto de una
enfermedad psíquica y no la causa.
Sin
embargo, los descubrimientos recientes muestran que los microorganismos
intestinales influyen en el desarrollo del cerebro y en consecuencia, también
en la conducta.
Es
sabido que el estrés puede causar inflamaciones y los científicos creen que hay
una relación entre los factores inflamatorios y la depresión.
Según
un estudio realizado en 2010 por el equipo de John Cryan de la Universidad de
Cork, con roedores, existen unos microbios que se encuentran habitualmente en
la flora intestinal, llamados bifidobacterias, que provienen de la ingestión de
la leche materna y que podrían ejercer un efecto antidepresivo y un aumento del
factor de crecimiento neural en el hipocampo, región del cerebro que contribuye
al aprendizaje y que disminuye su tamaño en caso de depresión.
Se pudo observar que los
ratones que consumían lactobacilos en sus comidas resistían mejor el estrés y
tenían menos temor que los que no ingerían esa bacteria.
En
2007, científicos de la Universidad de Gales en Swansea hicieron esta prueba
con humanos. Los voluntarios que tomaron
el lácteo probiótico mejoraron en mayor medida su estado de ánimo que los que
recibieron un placebo.
En
2009 un equipo de científicos de la Universidad de Toronto obtuvo el mismo
resultado con pacientes con fatiga crónica.
Sin
embargo, se necesitan nuevos estudios que confirmen estas investigaciones para
obtener pruebas biológicas más sólidas sobre la influencia de la flora microbiana
intestinal sobre el cerebro.
Los
lactobacilos y las bifidobacterias se encuentran presentes en el yogur y en los
quesos que consumimos habitualmente.
Malena
Fuente: “Mente y Cerebro”; No.61/2013; “El estómago como regulador del ánimo”;
Stefanie Reinberger.
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