Teoría de los Complejos, de Carl Gustav Jung


Carl Gustav Jung, mientras observaba en su juventud los experimentos sobre las asociaciones de su maestro, el profesor Bleuler, que entre una experiencia y su reacción existe un condicionamiento psíquico que denomina “la situación de la experiencia”, que puede obnubilar la mente del sujeto examinado y falsear los resultados.

Se dice entonces que hay asimilación o sea, la tendencia a considerar la experiencia desde su punto de vista subjetivo, viendo en ella significados personales que no tiene.

Este descubrimiento revela que resulta imposible estudiar los hechos psíquicos en forma aislada y que aún no existen medios para aislarlos en la experimentación.

No es que la experiencia no tenga valor sino que esta condición limita su alcance, dado que la situación exterior desencadena en el sujeto un proceso de actualización de ciertos contenidos inconscientes que denomina constelación, operación automática, espontánea, involuntaria e ineludible.

Esta constelación contiene ciertos complejos, posee su propia energía y se manifiesta ejerciendo su influencia en las reacciones humanas, modificándolas.

Las pruebas de asociación de palabras revelan esta perturbación prolongando los tiempos de reacción e influyendo en las elecciones de palabras que hacen los examinados.

De esta manera, la situación en su conjunto pierde su carácter objetivo debido a la confusión que crea la constelación de complejo en el sujeto interrogado, alterando su intención y sus pensamientos y obligándolo a responder en forma arbitraria.

Actualmente, la idea de que todos tenemos complejos es ampliamente aceptada y que toda constelación de complejos produce un estado de conciencia perturbado, la cual pierde su unidad y hace fracasar a la voluntad y a la memoria.

Los complejos nos quitan la libertad, nos llenan de pensamientos obsesivos y de conductas no deseadas.

Resumiendo, un complejo afectivo es una imagen viva de una situación psíquica fija que no es compatible con lo que ocurre en el presente.

La voluntad la puede reprimir pero no eliminar por completo, no pudiendo evitar que se reitere en el tiempo.

Los complejos se revelan en los actos fallidos de los que habla Freud, en actitudes impropias en los momentos más inadecuados y en las respuestas contrarias a los deseos conscientes.

Los sueños muestran claramente los complejos cuando no están reprimidos por la conciencia y en las psicosis aparecen en las alucinaciones auditivas.

Los orígenes de los complejos son por lo general las emociones traumáticas, como pueden ser los conflictos morales basados en la creencia de que es necesario evitar a toda costa las tendencias naturales.

En épocas medioevales, la irrupción de los complejos se consideraban fenómenos de posesión, nada inofensivo, que con respecto a los conocidos “lapsus linguae” sólo se diferencian de grado.

La creencia en los espíritus también es una expresión de la estructura del inconsciente basada en complejos.

Para Jung, la “via regia” para alcanzar el inconsciente son los complejos, no los sueños como pensaba Freud. Los sueños y los síntomas son originados por los complejos, que más que ser una “ via regia” es un camino difícil y escabroso.

Por lo tanto, los complejos forman parte de la constitución psíquica pero representan una limitación y un prejuicio para todo individuo y a la vez constituyen el foco de las perturbaciones psíquicas.

Malena
Fuente: “Los complejos y el inconsciente”; Carl G. Jung.