El control de impulsos



Todos tenemos las mejores intenciones, pero en el momento de actuar somos débiles y nos dejamos llevar por los impulsos.

Si estamos haciendo una dieta y tenemos que enfrentar la oportunidad de  elegir entre comer una manzana o un postre, es difícil evitar ceder a la tentación de optar por el postre; si nos proponemos no consumir alcohol y estamos formando parte de un festejo, llegará el momento que nuestra voluntad no será suficiente para resistirnos a tomar una copa y luego otra y otra. 

Tenemos que reconocer que los objetivos que son beneficiosos para nosotros, a medida que pasa el tiempo se van debilitando y van cediendo el lugar a la satisfacción de los placeres inmediatos.

¿Cómo hacer para mantenerse firmes con el cumplimiento de los  objetivos  a largo plazo y regular la conducta sin perder el autocontrol?

El control de impulsos no es lo mismo que la represión; porque controlarse significa comprometerse consigo mismo a cambiar un determinado comportamiento que afecta la propia vida, por otra conducta más conveniente y adaptativa, con el fin de obtener a largo plazo un bien mayor al placer inmediato; en tanto que la represión es mantener la energía impulsiva en el inconsciente sin canalizar adecuadamente.
Freud denomina sublimación a la capacidad de transformar la energía impulsiva en fines socialmente aceptables.

El placer inmediato produce bienestar pero también puede provocar problemas de salud, dificultades en el trabajo y trastornos en las relaciones interpersonales.  Por esta razón, una dosis moderada de autocontrol con fines más elevados,  lleva a aprender a dominarse a sí mismo y a la larga, produce resultados emocionales mucho más satisfactorios.

El problema del control de impulsos representa el conflicto entre el deseo de obtener satisfacción inmediata y la razón que persigue motivos de cumplimiento mediatos.

El estrés o la fatiga mental atentan contra la razón y llevan a las personas a ceder frente a la tentación y a olvidar la elección que le resulta más adecuada.

Neurocientíficos y psicólogos que investigan el control de los impulsos afirman que es posible adquirir la habilidad de aumentar la capacidad de autocontrol y tener mayor poder sobre las tentaciones.

El sistema impulsivo de procesamiento de la información es automático, ahorra recursos y difiere de un individuo a otro en función a la personalidad, al estado de necesidad, o a la experiencia previa.

En tanto que el sistema reflexivo es el que se encarga de planificar, proyectar y de evaluar las consecuencias de los actos.  Es un sistema más complejo que requiere contar con mayores recursos, como voluntad, pensamiento reflexivo, tiempo y capacidad de memoria.

El sistema reflexivo permite lograr metas a largo plazo, por ejemplo adelgazar o decidir hacer entrenamiento físico, etc., y continuar avanzando sin ceder a la tentación de abandonar el intento, a pesar de las frustraciones que se vayan presentando.

Este esfuerzo es necesario para convertir esa nueva forma de comportamiento en un hábito.

El poder de la razón y la reflexión depende en gran parte de la identificación del individuo con objetivos flexibles, claros y concretos.

La voluntad es la fuerza más importante que hace posible el autocontrol y la que dirige la acción hacia los objetivos a largo plazo y lo ideal es que un adulto pueda lograr el equilibrio entre los impulsos y la razón.

La capacidad de autocontrol necesita una gran energía mental que se agota de la misma manera que la fuerza muscular.  Por eso es que luego de haber realizado una actividad que haya exigido cierto control, es más difícil resistirse a una tentación para gratificarse.

Los métodos para favorecer el autocontrol pueden ser:
-         Tener conciencia de la consecuencia de los actos
-         Evaluar los peligros que implican las elecciones
-         Comprometerse con los objetivos consigo mismo y también con otras personas
-         Dividir los grandes objetivos en pequeñas etapas.
-         Festejar los logros parciales
-         Fijarse propósitos flexibles que incluyan otras alternativas
-         Cambiar hábitos
-         Asociar las tentaciones a estímulos negativos, por ejemplo, en el caso del consumo de alcohól, ardor de estómago, dolores, malestares, etc.
-         Evitar las situaciones de riesgo de tentaciones.
-         Utilizar la memoria para recordar experiencias negativas relacionadas.
-         Tomarse el tiempo necesario para reflexionar ante cualquier circunstancia que desvíe el cumplimiento de los objetivos.

Malena
Fuente: “Mente y Cerebro”; No..49/2011; “Una persona, dos deseos”; Wilhelm Hofmann; profesor de Psicología en la Universidad de Chicago; y Dr. Malte Friese, investigador en la Universidad de Basilea.