¿Son
las emociones simples reacciones cerebrales que se pueden explicar como una
mera actividad neuronal o son sentimientos que van más allá del intrincado
cableado del cerebro?
¿Es
el cerebro el único responsable de mantener controladas las emociones? ¿Se
pueden borrar definitivamente los malos recuerdos? ¿Se pueden predecir
enfermedades como la depresión con el estudio del ADN?
Todos
experimentamos emociones, sin embargo, la forma de expresarlas suele ser
diferente.
No
es fácil controlar la ira, calmar la angustia o evitar dar rienda suelta a
nuestras pasiones, porque cuando una emoción nos embarga no podemos
reflexionar, sólo podemos sentir.
Sin
duda las emociones pueden producir cambios bioquímicos en el cerebro y a su vez
algunos de estos cambios también pueden provocar conductas específicas.
Todo
ocurre en nuestra cabeza, sin embargo, en cuanto a sentimientos se refiere,
nunca pensamos que son producto de procesos neurofisiológicos.
Aunque
las emociones forman parte de un proceso biológico, los estudios de laboratorio
no han podido explicar aún qué son los sentimientos.
Por
otra parte, las emociones son influidas por los valores culturales y el contexto
personal que son los que moldean nuestras ideas y juicios.
Lo
cierto es que aunque científicamente se traten de explicar las emociones, sólo
existe la experiencia interior de cada individuo de esa emoción.
De
modo que no podemos confiar nada más que en las teorías y los experimentos sino
que también tenemos que considerar la experiencia personal y otros elementos
subjetivos como por ejemplo los enfoques de la literatura, el arte o la
filosofía, que son una fuente de conocimientos que puede ayudar a comprender
mejor las emociones.
Según
el punto de vista existencial, la angustia es parte de la condición humana y
nos ayuda a enfrentar la existencia, lo mismo que el miedo que puede salvarnos
de situaciones de peligro.
Según
la filosofía de Martin Heidegger (1889-1976), nuestra vida transcurre pasando
de un estado de ánimo a otro, envueltos en una red de circunstancias y
actividades.
De
ese modo solemos caer en la rutina, la que confundimos con nuestro sentido de
la vida.
La
angustia surge cuando se pierde la relación armónica con el mundo y la persona
se da cuenta que lo que está haciendo de su vida es irrelevante y banal. Sin embargo, esta crisis es la que brinda la
oportunidad de elaborar un nuevo proyecto y una mejor perspectiva de la vida.
La
angustia, dice Heidegger, es la que nos permite cambiar para mejor.
El
amor romántico también ha captado el interés de los científicos que estudian
las emociones, porque incluye también entusiasmo, angustia, tristeza y también
ira.
Intentan
explicar las etapas del amor, desde el inicio hasta la unión estable en pareja,
y hallar la diferencia entre el deseo sexual y el amor platónico.
El
órgano principal del amor no es el corazón sino el cerebro, dicen.
Así
como una persona se hace adicta al cigarrillo también puede hacerse adicta a
una persona.
Pero
el amor romántico, generalmente disminuye en poco tiempo, el entusiasmo decrece
y la persona idealizada se comienza a ver tal cual es.
Se
sabe que los seres humanos por naturaleza, son amantes de las novedades y la
escasez de cosas nuevas en una relación puede agotarla hasta hacerla
desaparecer.
Sin
embargo, muchas veces ese amor ciego, puede llegar a permitir descubrir las cualidades
que hacen a esa persona única y poco a poco dejar lugar a un sentimiento más
maduro.
Concebir
el amor solamente como una relación permanentemente fogosa es de poca utilidad
en la vida cotidiana.
¿Qué
hacemos con una pareja que sólo nos ama con pasión pero que se empeña en vivir
vegetando y sin trabajar?
Ciertamente,
las emociones comienzan siendo procesos biológicos pero finalmente se
manifiestan enraizadas en circunstancias personales muy complejas.
Malena
Fuente:
“Mente y Cerebro”; No.64; “¿Qué significa sentir?”; Giovanni Frazzetto, que se
desempeña en el King´s College de
Londres.
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