La personalidad del hombre infiel - Psicología Malena Lede



Investigaciones realizadas con animales muestran que la monogamia de los machos puede estar programada esencialmente por las hormonas.

Si extrapolamos esos resultados a la raza humana, los hombres pueden estar genéticamente programados para tener un comportamiento más agresivo y violento, ser más audaces, impacientes e inestables, y en materia de mujeres, pueden tener menos escrúpulos e inhibiciones y mayor interés en buscar múltiples encuentros ocasionales.

Por lo tanto, se puede inferir que quienes no registran esa diferencia genética, relacionada con la testosterona, podrían preferir permanecer con la misma pareja toda su vida y rechazar a cualquier mujer que se interponga.

Aunque existe diferencia entre la conducta humana y el comportamiento animal, los científicos han registrado similitudes que pueden desconcertar. No obstante, aún no están en condiciones de saber con certeza quien va a ser monógamo toda su vida o no.

El estudio de ratones de campo dio resultados sorprendentes: los ratones que viven en la pradera son monógamos y ayudan a cuidar las crías; pero los que viven en las montañas son totalmente promiscuos, se aparean con todas las hembras que pueden y esos encuentros duran menos de un minuto.

La diferencia es que cuando el ratón de pradera encuentra pareja, se aparea con ella todo el día, y ese contacto más prolongado es el que puede influir para que su cerebro se modifique para siempre; porque el olor y el tacto le quedarán grabados en su memoria de tal modo que harán que rechace violentamente a cualquier otra hembra.

Tanto el ratón de pradera como el de montaña liberan vasopresina y dopamina en sus cerebros, pero son los de la pradera los que tienen los receptores de vasopresina necesarios para la monogamia y esta diferencia está en los genes.

Los humanos también tienen esa diferencia en la forma de ese gen receptor de la vasopresina, que es más largo en los monógamos y más corto en los promiscuos.

En cuanto a la conducta habitual masculina, en muchos casos, el engaño suele formar parte de su estrategia de apareamiento, porque en definitiva lo que buscan son parejas ocasionales.

Las investigaciones sobre la credibilidad masculina dan como resultado que tres de cuatro hombres están dispuestos a mentir para que las mujeres acepten acostarse con ellos.

Estos experimentos muestran que los hombres que mienten lo hacen con más facilidad que la mujer, o sea, sin alterarse en lo más mínimo y de manera más convincente. Suelen mentir sobre su estado civil, su trabajo, sus ingresos, su domicilio, su status social, su familia y sobre sus conocidos y amigos; y esas mentiras son universales porque son iguales en todo el mundo.

Mientras el cerebro de la mujer libera oxitocina en cada encuentro íntimo, que es la hormona que la enamora cada vez más, el hombre vive el proceso opuesto y puede comenzar a aburrirse e intentar escapar de un posible compromiso.

El cerebro femenino tiende a priorizar la esperanza de encontrar un amor formal a largo plazo, antes que el encuentro amoroso íntimo, pero el cerebro masculino puede desear lo inverso.

El caso es que el modo de ver la realidad de hombres y mujeres es diferente y todo se debe a las hormonas, la testosterona y la vasopresina en los hombres y el estrógeno y la oxitocina en la mujer.

Las hormonas masculinas impulsan las conductas agresivas y territoriales de los hombres, comportamiento que en la adultez, en el mejor de los casos, los llevará a defender y proteger a sus familias, mientras las femeninas preparan a las mujeres para las relaciones y las conexiones emocionales.

La personalidad de un hombre puede decir mucho de él pero lamentablemente no todas las mujeres que se enamoran lo quieren saber.

Malena
Fuente: "El cerebro masculino"; Louann Brizendine.