El vínculo paterno con el hijo favorece a ambos y
también produce beneficios cognitivos en el progenitor.
El cerebro de los dos recibe una influencia ventajosa
y crea neuronas suplementarias en el padre quien experimenta estos cambios desde
el nacimiento del niño.
Las neuronas del encéfalo del padre se renuevan en
beneficio del hijo, quien parece preparado para relacionarse con su progenitor.
La hormona prolactina, influye en la capacidad del
padre para formar nuevas células cerebrales, la misma que produce la leche en
la madre, de modo que si se suprime esa capacidad se reduce significativamente la
conducta paternal.
La presencia del padre es fundamental desde que el
niño nace porque influye en su comportamiento futuro. La ausencia del padre deja huellas en el
encéfalo del hijo y en su desarrollo posterior.
Sin embargo, la relación padre hijo, aunque
necesaria, es diferente al vínculo
materno; porque la mujer, durante los nueve meses de embarazo segrega hormonas
como la oxitocina lo que desarrolla un lazo bioquímico con el bebé. Además los latidos cardiacos de ambos se
sincronizan dentro del útero y la
lactancia materna después del nacimiento intensifica ese vínculo.
Cuando un niño es criado sin la figura paterna se incrementa
la posibilidad de que tenga después problemas emocionales, que sea agresivo y
que además desarrolle adicciones.
Estudios realizados en Estados Unidos muestran que
los hijos de madres o padres sin pareja, tienen más bajo rendimiento académico
y menos autoestima, condición que afecta seriamente sus relaciones sociales.
También las hormonas relacionadas con el estrés influyen en la conducta
paterna. El estrés positivo como el que
produce el ejercicio, el sexo y los desafíos de la paternidad, estimulan el
crecimiento de nuevas células cerebrales en tanto que el estrés negativo reduce
la capacidad de formar nuevas neuronas.
El padre importa y mucho, entre otras muchas cosas, en la identificación
sexual que necesita el varón y en la elección de pareja en la mujer.
Malena Lede - Psicóloga
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