EXTRANJEROS QUE INGRESAN AL PAÍS Y ARGENTINOS QUE EMIGRAN - Psicología Malena Lede

Actualmente vienen a radicarse en Argentina muchos inmigrantes, tanto de países limítrofes como también de otros países de Sudamérica.

Afortunadamente para nuestro país, desde el punto de vista económico, ingresan personas jóvenes, hecho que sin duda alguna nos beneficia en muchos sentidos.

Argentina tiene un gran potencial económico sin embargo cuenta con una población reducida,  no obstante su extraordinaria riqueza,  la mayoría concentrada en la capital del país, .


Las corrientes de inmigrantes y también de emigrantes siempre han existido, muchas veces por cuestiones políticas y también económicas, fenómeno que a mi entender, lejos de perjudicarnos nos enriquece.


Los jóvenes que emigran tienen la oportunidad de conocer otras culturas; porque una cosa es leer lo que dicen los libros o los periódicos y otra muy diferente insertarse personalmente en ciudades lejanas y desconocidas,  con diferentes costumbres, distintas historias y en los que se hablan otros idiomas.


La experiencia de vivir en otro país exige un proceso de adaptación que no siempre es fácil pero que la mayoría está dispuesta a enfrentar aún viéndose obligados a desempeñar actividades que tal vez jamás estaría dispuesta a realizar estando en su propio país.


Así es probable que muchos egresados de prestigiosas universidades que han logrado no sin esfuerzo un título académico estén dispuestos a desempeñarse como personal de servicio, lava platos, meseros, niñeros etc., en otros países,  con tal de tener la oportunidad de vivir esa experiencia.


Viajar por placer no es una posibilidad que pueden tener todos; pero viajar con el propósito de trabajar haciendo cualquier actividad sin prejuicio alguno para conocer el mundo y recorrerlo puede estar al alcance de muchos que no temen enfrentarse con lo desconocido y que pueden confiar ciegamente en si mismos.


Desempeñarse en tareas manuales, como lavar platos, cocinar, limpiar casas, servir las mesas de los restaurantes, o trabajar en el campo, pueden ser experiencias que permite valorar más la propia condición personal y comprender las de otros menos afortunados.


Vivir en otros países nos enseña a valorar mucho más el propio lugar donde se ha nacido; comprender mejor los cambios, las dificultades, los obstáculos y cada momento histórico.


Hay quienes solamente aprenden a comportarse en forma civilizada conociendo otros lugares, con leyes más estrictas, que se cumplen, donde existe más respeto entre las personas y donde no se tolera con tanta liviandad el delito.


No todos los que emigran suelen quedarse definitivamente; muchos vuelven enriquecidos por valiosas experiencias y con mayor madurez para enfrentar la vida en su propio país viéndolo con otros ojos, los ojos de la experiencia que son los que más ven con claridad las diferencias.